Amar, es aprender a caminar en la misma dirección

Jairo Yate Ramírez

-«°°° Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15, 9-17). El amor ha sido el patrimonio y el hilo conductor del querer de Dios desde la misma creación. El Hijo de Dios brota del amor del Padre, y de la misma manera realiza su misión desde el amor a su Padre, la sostiene durante todo el tiempo y advierte a sus discípulos para que tengan en cuenta, que con las armas del amor encontrarán el resultado de una vida nueva: “Ya no los llamo siervos”.

El amor no funciona en un ambiente solitario, porque se puede convertir en un empujón que se da en un tiempo determinado, o en una ilusión que con el pasar de los días se va opacando y no sigue su curso; por eso el Maestro, le añade a ese sentimiento grande y noble la –permanencia-. Permanecer en el amor de Dios, es contar con un soporte fijo para una misión interminable, es el quehacer permanente de los hijos de Dios. El santo Padre Francisco en su homilía matutina en la casa santa Marta, enseñó que el fundamento de la Iglesia se encuentra en el servicio y el amor: “La Iglesia no va hacia delante, la Iglesia no respira”. “Sin el amor no crece, se transforma en una institución vacía, de apariencia, de gestos sin fecundidad” (Abril 2018).

Dios nos envía a amar y el mismo sostiene ese amor con los sacramentos, con la Iglesia, con la oración, con la presencia de su Santo Espíritu, con la santidad de vida. La ley del Señor está formulada de manera tal, que siempre es una tarea para nosotros; su cumplimiento es un don: “Ámense los unos a los otros”. Santo Tomás decía que el amor es procurar el bien del otro. Alguien dijo en la historia, que el amor es: “Caminar juntos en la misma dirección”, pienso que tenía mucha razón. Pues no se puede desconocer al otro y su entorno para poder amarlo y comprenderlo, aceptarlo y valorarlo, tolerarlo y ayudarle, si no está de por medio la visión que yo tengo del amor. Una persona no se puede volver esclava de otra en aras del amor.

En la mente de Dios no existen los esclavos: “Los llamo amigos, porque le he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre” (Juan 15,15). Amar es una fuerza del espíritu, es un cultivo del alma, es un quehacer cotidiano. El amor tal como lo plantea el Evangelio, es el bastón que soporta tantas cargas, el lente desde donde se pueden apreciar con tranquilidad y sensatez las cosas de la vida. Augusto Cury como médico psiquiatra y psicoterapeuta, analizando la inteligencia de Cristo decía: “El Maestro de los maestros, nos enseña que en las fallas y las lágrimas se esculpe la sabiduría. El Maestro del amor, enseña que la vida es el espectáculo más grande en el teatro de la existencia”. Cuida tu salud: Ama siempre en lugar de odiar.

Arquidiócesis de Ibagué

Comentarios