El mal logra su existencia, por la ausencia del bien

Jairo Yate Ramírez

°°° «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.” °°° Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23. “La limpieza de corazón”, es un excelente principio del Maestro de Nazareth para poder entender la bondad y la perfección de la creación; mas no la necedad del pensamiento humano, en creer que el mal existe por sí mismo.

Teniendo en cuenta ese fundamento, son vanos todos los esfuerzos, todas las discusiones, todas las formas que las personas pretendan proponer como medio de evadir la realidad misma del pecado, la no conciencia de los actos, la fragilidad ante los deseos y tentaciones que el mismo hombre fabrica dentro de su corazón.

Es muy fácil disculparse ante los errores cometidos, o no aceptar la realidad pecadora en mi vida, diciendo que el mal se encuentra en el mundo, en las demás personas, en la cultura, en el modernismo, en las redes sociales, etc. Lo que pasa en el fondo, es que el mismo hombre, caprichosamente, le cambió el orden a la vida. Al principio no era así, dice la Sagrada Escritura, (cf. Mateo 19, 8).

Jesucristo plantea un nuevo estilo de vida, una novedosa manera de pensar, un remedio para combatir el mal, donde no existe el bien: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle;” (Marcos 7,14). Ese es un principio categórico, y hay que entrar a pensarlo, es el medio para entender que no hemos logrado el deseo de Dios, nuestra vida anda muy desajustada, nuestros principios morales están en el cajón del olvido, nuestro corazón se ha endurecido, nuestra mente se ha empobrecido, vivimos en una sociedad donde priman los derechos, están ausentes los deberes. Parodiando el eco de la voz Bíblica, podemos volver a decir: “Antes no era así”.

Nos movemos en una actitud psicológica demasiado negativa, nos preocupa el qué dirán, nuestro afán es no permitir que conozcan nuestro lamentable estado espiritual, nuestra batalla es con nuestro propio yo. Eso no es lo que enseña la sabiduría de Dios. El culto que le damos a Dios, muchas veces se queda en el vacío.

Se hace necesario regresar a los primeros principios de la sapiencia divina: “No añadas nada a lo que te mando ni suprimas nada; guarda los preceptos del Señor tu Dios, como hoy te los doy” (Deuteronomio 4, 2). La persona que se acostumbra a proceder honradamente, a practicar la justicia, no hacer mal a nadie, no difamar de nadie, no prestarse para ningún soborno; esa persona nunca fallará. (cf. Salmo 14). Vivir auténticamente una religión, en una sociedad; es permitir la limpieza de corazón, la transparencia de espíritu, centrar la fe en Dios y en su Palabra. Cuida tu salud: Ataca siempre el mal, con la fuerza del bien. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.

Arquidiócesis de Ibagué

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