Dejémonos guiar más por el espíritu de Dios y menos por la arrogancia humana

Jairo Yate Ramírez

°°° « Maestro, hemos visto a uno que sacaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.” Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. °°° Marcos 9, 38-43. 45. 47-48. Con este último episodio termina la misión evangelizadora de Jesús en Galilea.

El Maestro está atento a la forma como va progresando el Reino de Dios en la comunidad. No es fácil cambiar los parámetros de pensamiento de una sociedad acostumbrada a medir su “Modus vivendi”, con la fortaleza, la grandeza, la superioridad, el triunfalismo, el sentirse diferente a los demás.

No podemos caer en la desafortunada idea de creer que tenemos el monopolio de la verdad. Tampoco podemos ubicarnos por encima de los demás; pensando que no debo escuchar a quien no piensa igual a mi planteamiento. Eso es intolerancia.

El camino correcto que enseña el Salvador del mundo, es que debemos ser prudentes antes de emitir un juicio: hay que aprender a escuchar a los demás: “Audi alteram partem”. Hay que dejarse guiar más por el Espíritu de Dios y menos por la arrogancia humana. Así se lo enseñó Moisés a José hijo de Nun, cuando lo reprendió diciéndole: “Tienes demasiado celo por mí °°° ojalá les diera el Señor a todos su espíritu y todos en el pueblo del Señor, fueran profetas” (cf. Números 11,29).

La exquisita enseñanza bíblica es superar la arrogancia, por la humildad: “Preserva a tu siervo de la arrogancia °°° así quedaré libre e inocente del gran pecado” (cf. Salmo 18). Quien pretenda tener autoridad sobre los demás, deberá hacerlo desde el servicio; con el respeto por la misión que los demás cumplen en la sociedad. Deberá convertirse en modelo y no en escándalo para los demás. Esa es precisamente la piedra con la que no se puede tropezar: “Más vale entrar cojo a la vida que con los dos pies ser arrojado al fuego que no se apaga” (Marcos 9, 43).

Hay que aprenderle a Dios, cómo funciona una sociedad, encontrando la diferencia entre lo grande y lo pequeño; lo sencillo y lo orgulloso; el humilde y el pedante; el paciente y el agresivo. El Papa Francisco propone que “la única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo”. Lo contrario será un metal que resuena o un címbalo que aturde °°° (cf. 1 Corintios 13,1). Cuida tu salud: “Hay personas envidiosas, ante el bien que los demás hacen”.

Arquidiócesis de Ibagué

Comentarios