Los que creemos somos estrellas con luz propia

Jairo Yate Ramírez

°°° “Llegaron a Jerusalén desde el Oriente unos sabios y preguntaron: « ¿Dónde está el rey de los judíos, que acaba de nacer? Porque vimos cuando apareció su estrella y venimos a rendirle homenaje.» Cuando el rey Herodes oyó esto, se preocupó mucho, y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a las escribas del pueblo judío, para preguntarles dónde debía nacer el Mesías”. °°° (Mateo 2, 1-12). La noticia del nacimiento del Salvador del mundo, es alentadora. Lo fue en su momento para una nación como Israel; lo es para un mundo actual tecnificado e industrializado, que quizás ha perdido la brújula de su timón. Dios vuelve a insistir, no basta con reconocer que Dios es importante, no basta con creer en Dios, es necesario levantar la mirada hacia la estrella, volver a las fuentes principales de la fe; es urgente hablarle a Dios de rodillas, dice el texto sagrado: “Y una vez en la casa, vieron al niño con María su Madre, cayeron de rodillas y le rindieron homenaje”. (Mateo 2,11).

La estrella de Belén existió y sigue marcando el camino de esta nueva humanidad. Los que creemos somos estrellas con luz permanente, aprendemos a brillar con luz propia. Alguien advirtió: “Nunca podrán celebrar la Epifanía: los arrogantes que no saben levantar su mirada al cielo; ni los que son miopes para ver las manifestaciones de Dios; ni los que tienen endurecido el corazón y viven en el egoísmo y la ambición”. No hay que dejarse vencer por el excentricismo en la manera actual de entender la vida, tampoco por el subjetivismo moral, menos por la modernidad de las ideas.

El hecho evidente es que el mundo actual necesita de la luz de Dios, de hombres y mujeres que seamos luz para los demás; de creyentes que aprendamos a ser sal de la tierra (cfr. Mateo 5,13), luz del mundo (cfr. Mateo 5,14) Lámpara que ilumine a los demás, (cfr. Mateo 5, 15). El reto estaría en lograr permanecer como estrellas permanentes en el ambiente hostil de unos pocos. Ese es el nuevo espíritu del Reino de Dios. Esos son los deseos del que nació en Belén de Judea. No es fortuito que una estrella le indique a cada creyente su misión en la tierra: “Alumbre así vuestra luz delante de los demás, para que vean vuestras buenos obras y glorifiquen a Dios”.

El Papa Francisco en sus grandes interpretaciones teológicas enseña que los magos lograron superar el momento crítico porque creyeron en la Escritura, en la palabra de los profetas y así lograron escapar del letargo de la noche.

La gran virtud es la “Astucia”, la santa astucia, como la llama el santo Padre, es la sagacidad espiritual que permite reconocer los peligros y evitarlos.

Cuida tu salud: No hay por qué rendirse ante el mal.

Arquidiócesis de Ibagué

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