Nos dejamos guiar por el espíritu de Dios

Jairo Yate Ramírez

Cuando ya había amanecido, se presentó Jesús en la playa. Sin embargo, los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos dijeron que no. Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echarán, pues, a ese lado, y era tal la cantidad de pescado, que ya casi no podían arrastrar la red.” °°° Juan 21, 1-19.

La resurrección del Nazareno abre y sostiene el espíritu y ser de la Iglesia. Sus retos los plantea la misma Escritura: Seguir al Maestro. “Lancen la red a la derecha de la barca y encontrarán”.  Confiar plenamente en la acción del Espíritu de Dios. “Lanzaron la red y se llenó de peces”. 

Mantener unidos a Aquel que ofrece vida eterna. “Jesús dijo: vengan a comer”. Jesús dota su Iglesia, dándoles seguridad a sus discípulos, haciéndoles ver que Él va a estar permanentemente con ellos, causando alegría y gozo en lo que ellos realizan, mostrando el camino a seguir. 

Ya no se trata de promesas, ya no se trata de tener en cuenta qué es lo que se había dicho ni quién lo había dicho. Sino que la resurrección, plantea un mundo nuevo, una nueva mentalidad, una nueva dimensión del amor de Dios.

El ungido de Dios, organiza una comunidad de acción y de mesa Eucarística. Una Iglesia eminentemente de pescadores, una Iglesia de hombres y mujeres que tenemos la misión de estar permanentemente lanzando la red, abriendo los espacios, estando muy atentos, disponiendo de buen tiempo. Una Iglesia abierta a los signos de los tiempos, una Iglesia que escucha al mundo moderno. Tal como la imagina el Papa Francisco: “Me gustaría una Iglesia inquieta, siempre cercana a los abandonados, a los olvidados, a los imperfectos”. 

“Deseo una Iglesia alegre con rostro de madre, que comprenda, que acompañe, que acaricie”. “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y sucia por haber salido a la calle que una Iglesia enferma por estar cerrada por la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.  Una Iglesia de la periferia. Una Iglesia que tenga olor a oveja. 

Una Iglesia que se detiene a pensar en el interrogatorio del Salvador a san Pedro: “¿Me amas?”. (cf. Juan 21, 15-17). 
Si la respuesta es afirmativa, el objetivo es seguir con entusiasmo a Jesús. Apacentar a todos aquellos que se acogen a la misericordia de Dios. Una Iglesia que le obedece a Dios, antes que a los hombres. (cf. Hechos 5,29). 

Una Iglesia que se convierte en testigo del resucitado: “Testigos de estas cosas somos nosotros y el Espíritu Santo que comunicó Dios a los que le obedecen” (Hechos 5, 32).

Cuida tu salud: La Eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Jesús resucitado.  

Comentarios