El Sacerdote: Un hombre eminentemente virtuoso

Jairo Yate Ramírez

« °°° Dijo Jesús: mis ovejas obedecen cuando yo las llamo; yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y no se perderán jamás. Y nadie las arrebatará de mis manos.” °°° Juan 10, 27-30. El Sacerdote existe para la comunidad. Su razón de ser es un hombre lleno del Espíritu de Dios. Un enviado de Dios. Un hombre virtuoso. Una persona que vive apasionadamente la misión que el Maestro le encomendó: “Te he destinado a ser luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el último rincón de la tierra” (Hechos 13, 47). Ante el acontecimiento de la resurrección de Cristo el Mesías. El Padre celestial permite que su Hijo se levante de entre los muertos y se cumpla así la Iglesia tan deseada por el Redentor del Mundo. Una Iglesia de pescadores, una Iglesia de hombres y mujeres, sencillos y humildes de corazón-; una Iglesia de sacerdotes –hombres consagrados por el mismo resucitado, para que continúen su misión en el Reino instaurado. Una Iglesia ministerial y carismática. Una Iglesia, -comunidad de comunidades-. Una Iglesia donde todos deseamos ser discípulos y misioneros.

El nombre más dulce y el que toca el corazón de cualquier creyente es: “Cristo es el buen Pastor.” (Juan 10,11). Una persona que significa mucho, que interesa tanto, que llama la atención, que llega a todos por razón de su propio ser.

El que habla con autoridad, el que tiene palabras de vida eterna. Los sacerdotes con nuestro esfuerzo y buen deseo tratamos de lograr ese gran reto: Somos pastores. Nos lanzamos a esa gran aventura, de ser párrocos, capellanes, educadores, administradores, obispos, cardenales, misioneros etc. Dejamos muchas cosas del mundo para ganar otras que son indispensables para nuestra misión. El buen pastor está dispuesto a todo, e incluso a dar su vida por la causa de los demás: está dispuesto a conocer muy bien sus ovejas, las cuida permanentemente, no permite que nadie se las arrebate. El sacerdote asume el martirio y la cruz del Señor, en aras de su ministerio: Llevar hombres y mujeres hacia Dios.

El Papa Francisco enseña que un buen pastor, debe tener el poder y la autoridad que tenía Jesús. Debe gozar de la humildad, la mansedumbre, la cercanía, la capacidad de compasión, y una excelente dosis de ternura. El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el extremo» (cf. Juan 13,1), sin imponerse nunca. Cuida tu salud: Nada mejor, que contar con un buen pastor.

Padre, Jairo Yate Ramírez

Arquidiócesis de Ibagué.

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