La oración exige conversión de vida

Jairo Yate Ramírez

« °°° Estaba Jesús orando en algún lugar, y al terminar, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar como les enseñó Juan el Bautista a sus discípulos.» 

Él les dijo: cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre; ven a reinar; danos cada día nuestro pan del mañana; perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden, y no nos dejes caer en la tentación.»  Lucas 11, 1-13. 

El Maestro enseña que nuestra oración debe ir acompañada por la calidad ética de nuestra vida. No se entiende una oración sin una intención. La oración necesariamente implica la conversión personal. 

El Evangelio del Reino proclama la oración del encuentro, oración de la contemplación, oración del amor y de la misericordia de Dios. El estilo del Padre Nuestro no se compara con ningún otro esquema. 

Precisamente es la oración que busca la perfección del hombre, no se queda en el enunciado, no es una utopía, es el contenido en su esencia de la relación tan propia entre Dios y el hombre, entre el hombre y su compromiso social cristiano.
Hay tantas formas de entrar en el campo de la oración, que quisiéramos que nos dieran una buena fórmula para poder ser personas de oración. La Sagrada Biblia enseña que si nosotros tenemos tantas debilidades y pecados, sin embargo, sabemos darle cosas buenas a los demás, cuánto más Dios nos podrá ofrecer si sabemos pedirle con fe y amor lo que queremos ser. (cf. Lucas 11,13). Empecemos por convertirnos a Dios y así con el tiempo le vamos a encontrar el gusto, el sabor, el poder y el milagro transformante de la oración. 

Dos maestros en la historia de la salvación, se convierten en modelos de una excelente persona de oración: Abraham y Jesús de Nazareth. Para el Patriarca, Dios es el absolutamente trascendente y a la vez el más cercano. Es tanto así, que las necesidades de las demás personas, deberían ser tema de nuestro coloquio con Dios. (cf. Génesis 18, 20-32).

Con la oración nunca se debe intentar cambiar la voluntad de Dios para adecuarla a nuestros caprichos, sino dejar que Él sea Dios. El Nazareno centra su oración, en la contemplación y la acción. No existe ninguna decisión que no esté acompañada por la oración. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46).

El Papa Francisco afirmaba en su catequesis: “La oración es el ‘pulmón’ que da respiro a los discípulos de todos los tiempos”. 

Cuida tu salud: San Gregorio Nacianceno decía: “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar”. 

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