La pobreza es más ganancia que pérdida

Jairo Yate Ramírez

« °°° Dios le dijo: Insensato: esta misma noche perderás la vida. Y todo lo que habías amontonado, ¿para quién será? Así pasa con el que acumula bienes para sí mismo pero no los atesora en el cielo, junto a Dios. (Lucas 12, 13-21). El mundo necesita razones para poder vivir el Evangelio de Dios en toda su plenitud. Es urgente que aprendamos a ser ricos delante de Dios; la pobreza evangélica es una gran propuesta bíblica; porque ella es una virtud y una Gracia de Dios para todos aquellos que deseen vivir según su Reino. El apóstol san Pablo advierte: “La codicia es la raíz de todos los males” (1 Timoteo 6,10). Vanidad de Vanidades, todo es vanidad. Dice el mensajero de la Palabra. (Eclesiastés 12, 8).

Tiene toda la razón. Todas las cosas, son absolutamente vana ilusión; porque se interpone el egoísmo, el orgullo, la egolatría, la auto-suficiencia, la tentación del tener, la ambición del poder, descartar a los demás, humillar a las personas, etc. El exceso de dinero no está acompañado, necesariamente de la felicidad.

Se puede perder toda dignidad personal si nos dejamos corromper por el ídolo del dinero, del placer y del poder. Quien no aprende a compartir es incapaz de amar. La solución no se deja esperar: la tiene el Hijo de Dios: “Insensato: esta misma noche perderás la vida” (Lucas 12, 21).

El punto que nos interesa resolver es saber, en qué consiste la pobreza, de qué se trata la pobreza, cómo se puede vivir la pobreza en un mundo actual que ofrece tantas tentaciones, tantas comodidades, tantas oportunidades. Detengamos nuestro pensamiento en la consigna del Evangelio: “Guardaos de toda codicia, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. (Lucas 12, 15).

La pobreza se convierte en un don del espíritu, evita la codicia, propicia la generosidad, abre el ambiente para el compartir con los demás, participa a los otros de su propia riqueza. El pobre en la Biblia es aquel que tiene mucho para ofrecerle a los demás, es ese tipo de persona que aprendió a liberar a su espíritu, no se deja atrapar fácilmente de los bienes materiales, no lo perturba las tentaciones del mundo, le preocupa vivir cada día en su plenitud. Su pobreza es más ganancia que pérdida. “No se le puede servir a Dios y al dinero a la vez” (Mateo 6, 24).

El Papa Francisco en el rezo del Ángelus Regina Coeli, advierte de los peligros, al dialogar con el diablo: “El tentador propone grandes triunfos: la codicia de posesiones, la gloria humana, la instrumentalización de Dios. Son tres caminos que nos perderán”. Cuida tu salud: “Cuanto menos poseemos, más podemos dar”. Santa Teresa de Calculta.

Arquidiócesis de Ibagué.

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