Iglesia y Estado, vistos en el Islam y en el judeocristianismo

Pedro Luis Zambrano

El patriarca Abraham tuvo dos hijos en diferentes mujeres, que desarrollaron dos linajes distintos, con Agar la esclava egipcia, procreó a Ismael y de él provienen los islamistas, quienes erigieron una gran civilización, que en forma un tanto imprecisa, se ha entendido como el mundo de oriente, y con Sara tuvo a Isaac, padre de Jacob, de cuya descendencia provienen los judeocristianos, cuyos mayores practicantes han sido los judíos, europeos y el continente americano, a quienes se nos asocia con el nombre de occidente. Lo anterior no exime la existencia de muchas otras religiones en todos los continentes.

Durante siglos las dos religiones mantuvieron unas relaciones estables y pacíficas, interrumpidas en muy pocas ocasiones, como las inútiles y sangrientas guerras de las cruzadas. En la antigüedad, para las naciones de ambos credos, la religión y el Estado se confundían en un mismo poder. Pero, el inmenso desgaste y exterminio que sufrió Europa por las guerras religiosas o de la reformaentre católicos y protestantes obligó a que surgiera un nuevo pensamiento, el de la ilustración, que preconiza, entre otros aspectos, la separación entre la Iglesia y el Estado, y así como a partir de esa coyuntura concebimos la democracia con un manejo laico del poder, es decir, totalmente separado de la religión.

Los islamistas, mientras tanto, pese a que tienen diferencias y contradicciones irreconciliables entre distintas facciones chiitas y sunitas, no han visto necesario separar el manejo del poder, entre la autoridad islamista y el Estado. Por tal razón, en la mayoría de esas naciones, se aplica un manejo de lo público, en que el gobierno y la religión suelen confundirse para el desarrollo de las políticas sociales, culturales, de salud y educativas. Lo anterior nos permite entender por qué la justicia y las relaciones de las autoridades con los individuos se impregnan de religión.

El mundo islámico, contrario a occidente, ha hecho convivencia y mantenido la cohesión de sus pueblos, con el mismo esquema de unidad entre religión y poder, pero, esta circunstancia “de por sí”, no implica que sean premodernos o países antidemocráticos. Para ver las relaciones entre Occidente y el mundo islámico, se debe tener como punto de partida una consideración como esta. La verdad, somos diferentes, no necesariamente mejores los unos que los otros.

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