Cosas que no pueden volver a pasar

Pedro Luis Zambrano

A los habitantes de la nación colombiana, no solo nos conviene que se firme la paz, sino también y primero que todo, que haya paz. Es inaguantable que los hijos de los campesinos, que los niños, los jóvenes, las mujeres y los mayores, de los territorios alejados de los grandes centros, sigan sufriendo las consecuencias de un conflicto que los ha hecho objeto de las peores tragedias, ignoradas simplemente, en medio de la continuidad de ese estado de cosas.

Además de los seres humanos sacudidos por la realidad del conflicto, existen otros dramas paralelos, como el de la naturaleza y el ambiente, que han sido y siguen siendo implacablemente lastimados por la guerra, con las voladuras de oleoductos y los derrames de combustibles y petróleo. A lo anterior se añade otra situación, la de la minería ilegal, que al amparo de la existencia de tantos lugares en que las autoridades no llegan, atenta contra los ríos, los bosques y el agua, con una acelerada deforestación, la desestabilización de cauces y el envenenamiento de las aguas.

Hablando de las tragedias ignoradas de la guerra, causa impresión y tristeza, escuchar muchos relatos de las víctimas, como el expresado ayer en el Programa Colombia Universal de Caracol, por la señora Luz Elida Flórez Pastrana, habitante de Valencia, en Córdoba, quien contó cómo los actores armados pasaban por las casas y ordenaban a algunas indefensas mujeres aprontarse porque debían acompañarlos a prestar servicios en sus campamentos.

Así mismo, que ella, como otras mujeres, por garantizar la vida a sus hijos, debió estar en un campamento guerrillero, sometida a trabajar en las labores domésticas, pero que además, en los jolgorios, también debía entregar su cuerpo a los impulsos sexuales de los integrantes del mismo, en algo que se prolongó por tres años. Finalmente, resultó positiva para el VIH. Es difícil aceptar que pase algo como esto, que nunca debió ocurrir, pero que es inevitable, cuando las guerras se escalan.

Precisamente ante hechos como este y para evitar que estas cosas sigan ocurriendo, para que se respete la vida y la dignidad de las personas, es que las negociaciones de paz deben llegar a su fin. Se aspira a que la mayoría necesaria de los ciudadanos respaldemos los acuerdos, en medio de la verdad, la justicia de transición y la garantía de no repetición, que deben imponerse.

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