Movilizaciones a la vista

Pedro Luis Zambrano

Luego de los años de crecimiento, de la estabilidad en lo económico y los relativos progresos en lo social, llegaron para Colombia los tiempos menos buenos. Existen muchos clamores que se han quedado a medio camino o que simplemente no han tenido una respuesta adecuada de los sucesivos gobiernos.

La profunda desigualdad social sigue siendo una de las grandes lacras, los arreglos logrados en el paro campesino de unos años atrás siguen en su mayor parte incumplidos, al menos así lo expresan las llamadas dignidades agropecuarias; la inflación del último año ya es superior al incremento del salario mínimo para 2016, casos como el de Reficar, Cafesalud e Isagén, cuentan a las claras que la corrupción en el país, prácticamente no tiene límites y la indignación por estos hechos comienza a desbordarse. Aparte de lo anterior, el Gobierno se ve atrapado en necesidades tan inaplazables como impopulares, entre ellas, presentar las reformas, tributaria y pensional.

El proceso de paz con las Farc, con todas sus contradicciones, es quizá el único factor que comparten las mayorías, como un propósito deseado y con el cual se identifican con el Gobierno. Sin duda, esta época no es prometedora para la clase media y las fuerzas populares del país.

En medio del descontento, son también grandes y costosas las inversiones que debe acometer el Gobierno en busca de conseguir competitividad regional, por ejemplo, financiar los proyectos de infraestructura vial y desarrollar el posconflicto, que implica el sostenimiento de los excombatientes y sus zonas de concentración, continuar con la indemnización y apoyo a las víctimas del conflicto y asegurar el mejoramiento de la situación productiva y social de los campesinos, que desde hace décadas han soportado la mayor pobreza y desatención.

Así las cosas, no es difícil prever que en lo sucesivo las organizaciones de base, sindicales obreras y campesinas, urdirán sucesivas manifestaciones de protesta e inconformidad, que irán incorporando más voces contra el actual gobierno y contra el establecimiento, como la del pasado jueves.

Las organizaciones que pueden interpretar el descontento general ya están vivas y buscando afianzar su representatividad, entre ellas se cuentan las agrupaciones sindicales y movimientos campesinos y sociales, que despiertan del silencio prolongado, por la reiterativa satanización de sus protestas, acusadas de infiltraciones terroristas. Hará falta tino para sortear este proceso, sin que peligren la gobernabilidad y el orden, que, por sobre todo, deben permanecer.

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