La sal desvanecida de la sociedad

Pedro Luis Zambrano

La sal es un producto que surgió para quedarse en el mundo, contribuyó a la conservación de la base proteica animal con que las primeras sociedades pudieron instalarse en lugares concretos y construir las grandes civilizaciones, que hoy evocamos maravillados al ver el talento y la tenacidad de esas primeras naciones, de las cuales heredamos los fundamentos de lo que hoy es el mundo moderno.

Más tarde se redimensiona su sentido de conservación y pureza en escritos sagrados, como cuando Jesús, según se narra en el Evangelio de San Mateo, relacionó de manera estupenda a sus discípulos con este producto, “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”. En las constituciones que rigen las sociedades actuales, ha quedado entendido el poder de la sal, significativamente en la labor de la rama de la justicia, como un contrapeso para equilibrar la generación de las leyes, la gestión del ejecutivo y el control político.

La sentencia cristiana, hoy se ve, para nuestra congoja, tristemente registrada en la justicia colombiana, con una Corte Constitucional a la cual le brotan por doquier acusaciones de corrupción, cada que el Magistrado Jorge Pretelt, acusado ahora, entre otros delitos, por desplazamiento forzado, habla como lo hizo la semana pasada, en respuesta a las acusaciones que pesan sobre su figura, incrimina a sus compañeros de magistratura a diestra y siniestra, en comportamientos reprochables.

Que los magistrados tienen su conciencia cautiva por puestos para sus familiares en la Fiscalía y en otras entidades; que han participado en componendas, para vender su consciencia en distintos casos, que van saliendo a la luz a medida que avanzan los procesos manejados al interior de la misma Corte, como el del Magistrado de marras.

No hay duda que recomponer el país comienza por darle una justicia limpia y creíble. Cada vez se advierte con mayor claridad que, independientemente de cuales sean los resultados y acuerdos concretos del proceso de paz entre las Farc y el Gobierno, el país tendrá que desembocar en una Asamblea Constituyente, no tanto porque existan múltiples y graves imperfecciones en la Constitución actual, sino como un remolcador, para salir del mar de lodo que representa la ola de corrupción que casi irremediablemente se tomó al país.

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