Cuidado con la polarización

Pedro Luis Zambrano

Sigue latente el tema del llamado a la resistencia civil contra el acuerdo de paz, presentado por el expresidente Uribe, que se junta con otros hechos, como las manifestaciones que días atrás lideró el Centro Democrático contra el actual Gobierno y sus expresiones descalificadoras sobre el proceso con las Farc, para impedir que este concluya con la ratificación ciudadana.

Lo anterior indica una búsqueda angustiosa del senador Uribe de permanecer en el panorama político, aprovechando, entre otras cosas, su simpatía con ciertos medios de comunicación, para emitir golpes de opinión, que mantengan y levanten su popularidad y la de su movimiento, en el panorama de desgaste paulatino que vienen mostrando.

La resistencia civil del Centro Democrático aparece como una expresión extraña dentro este tipo de estrategia política, que no procura atacar los acuerdos de pacificación, sino luchar contra regímenes opresivos o procesos que lesionan la dignidad humana y la libertad popular, como el que condujo Gandhi en los años 30 del siglo pasado, contra el imperio inglés en La India, o la rebelión juvenil de los años 70 en contra de la guerra de Vietnam, que terminó con la retirada como perdedor, de los Estados Unidos.

Es obvio que en estos tiempos de relativa estabilidad política y económica, el común de la gente en Colombia piensa que pese a los factores de desestabilización existentes, como las bandas de narcotráfico, minería ilegal y crimen organizado que azotan ciertos lugares del país, el estado de cosas para el conjunto de la sociedad no es preocupante, como para pensar en que se pueda desembocar en deterioros del orden público, que hagan peligrar la convivencia organizada.

Sin embargo, bien es sabido, que principio tienen las cosas, ya existen en el pasado colombiano experiencias deplorables, cuando ciertos líderes políticos se han dedicado con obstinación a fomentar la polarización de la gente, para hacer imposible la tarea del Gobierno.

No está lejos del recuerdo el caso de la violencia instigada a mediados del siglo pasado por el conservador Laureano Gómez, quien explícitamente manifestaba el propósito de hacer invivible la República, para atacar al Gobierno liberal. En aquel entonces, todos supieron cómo empezó dicha violencia, pero no hasta donde llegaría, al término de que aún hoy se manifiestan sus consecuencias. Vale la pena que el expresidente Uribe haga oposición, porque la democracia la necesita, pero sin poner odio a su actuación.

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