El gato de Schrödinger

José Germán Zarama De La Espriella

El último trimestre de 2016 marcará en Colombia el fin de la incertidumbre social. Todos sabemos que estamos al final de un proceso de gestación de paz largo y difícil, que tendrá consecuencias políticas y económicas impredecibles.

Dentro de dos semanas sabremos el resultado del plebiscito y también, antes de que termine el año, el resultado de la temida reforma tributaria. Cuando el parto de la democracia haya concluido y el congreso dé su veredicto final a la reforma, sabremos a qué atenernos.

Los vaticinios sobre el resultado final de ambos procesos (el plebiscito y la reforma), son tan impredecibles como un conocido experimento de física cuántica: ‘el gato de Schrödinger’. El físico Erwin Schrödinger planteó un experimento imaginario, en el cual se coloca un gato en una caja cerrada y opaca. La caja también alberga una botella de gas venenoso y un dispositivo, el cual contiene una sola partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere. No puede predecirse si el gato estará vivo o muerto al final del experimento. Solo la probabilidad de obtener uno u otro resultado.

Las urnas del plebiscito nos recuerdan la caja. El proceso de paz es el gato. La política es la partícula radiactiva. Solo la conciencia ciudadana nos dará la claridad final sobre la vida o la muerte. Según la interpretación del físico Everett, los dos mundos, el del gato muerto y el gato vivo, existen simultáneamente.

Cuando las campanas del tiempo marquen las 12 del final de este año, la incertidumbre estará concluida. Incluso habremos resuelto otros dilemas que nos pueden afectar más allá de la supervivencia o no del ‘gato’ (el proceso de paz). Ya sabremos entonces, además, quién es el nuevo mandamás del mundo, Hillary o Trump. También conoceremos si a Maduro lo reemplazará un alfil del ejército bolivariano de Venezuela, como piensan algunos expertos internacionalistas, o la fuerza contrarrevolucionaria de la oposición.

Independientemente de los resultados de estos procesos sociales locales y mundiales, solo nos quedará una realidad a la cual adaptarnos. Se trata de una oportunidad enorme de construir un nuevo país, que impulse a un mundo nuevo. Ya las cajas opacas de la historia estarán abiertas y tendremos que jugar de nuevo otro de los experimentos infinitos de la democracia. ‘El fin de la historia’ de Fukuyama, simplemente no aplica.

Las expectativas sociales entonces, bien esté el gato vivo o muerto, serán claras: promover una sociedad incluyente, que evite la beligerancia; construir una democracia justa y sin privilegios; generar las condiciones para que la economía se desarrolle, con mayor y mejor empleo, salud y educación.

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