Robledo podría ser, pero…

José Germán Zarama De La Espriella

Han pasado casi dos meses desde que las noticias internacionales dieron a conocer el ‘escándalo Odebrecht’. Desde entonces, la rabia contra el establecimiento, que ya se había fermentado mucho en los últimos años, empezó a crecer como espuma. Quizá la opinión pública se aterró al ver con toda claridad esta otra infamia social, tras desaparecer la sombra oscura de una larga pesadilla subversiva.

El tema ha trascendido tanto que todos los medios, alineados y ‘no alineados’ (no vinculados a una determinada tendencia política) lo tocan casi a diario. La Silla Vacía no ha escapado, como corresponde, a esta tendencia y hace solo 15 días propició con la Universidad Javeriana un interesante debate académico.

Los invitados del debate: un líder de izquierda respetado por su intelectualidad e integridad, Jorge Enrique Robledo, y un admirado ‘historiador colombianista’, Malcolm Deas. Cada quien, desde su punto de vista, respondió esta pregunta: “¿Conviene al país la rabia contra el Establecimiento?”. Robledo avaló la indignación con una visión hegeliana (indignación como ausencia de reconocimiento: motor de la historia). Malcom Deas, por su parte, descartó la eficacia de la rabia para generar cambios.

En una encuesta efectuada al final del debate, la audiencia se mostró mayoritariamente favorable a las tesis del historiador Malcom Deas. Debo confesar que sentí cierto alivio por estos resultados del debate. En mi concepto la historia ha demostrado con creces los contradictorios resultados de los cambios políticos nacidos de la indignación. A manera de argumento, me atrevo a comparar dos naciones en un mismo punto de partida, hace 100 años, con revoluciones manejadas de manera antagónica.

En noviembre de 1917, la indignada Rusia de los bolcheviques culminó una revolución sangrienta, para acabar con el oprobio popular. Nada más justificable, coincido con la mayoría, que salvar al pueblo de la guerra y la inanición. Mientras tanto, la colonia británica de la India, también oprimida por los reales primos de los zares rusos, estaba impulsada por explicables vientos de rebelión. Casi 30 años después de los soviéticos, la revolución triunfó también en la India, con el menor derramamiento de sangre posible, liderada por Mahatma Gandhi.

Si avanzamos 70 años en la historia, encontramos que la justísima pero imprudente revolución bolchevique había colapsado, tras generar millones de muertes y de sufrimiento. Mientras tanto, hoy, 70 años después de su triunfo, la revolución pacífica de Gandhi es todavía venerada en la milenaria historia de la India.

Pero podríamos comparar las mejoras en calidad de vida de ambos pueblos, desde 1917 hasta esta fecha. Solo dos indicadores menciono: partiendo de muy atrás en la comparación, la economía de la India es hoy la séptima del mundo, Rusia la 15ª; India es una democracia, Rusia es casi una dictadura.

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