El fiscal corrupto por cultura y autoestima

José Germán Zarama De La Espriella

El caso de corrupción del exfiscal Luis Gustavo Moreno hiere nuestra propia ‘estima’ como nación. Pero la autoestima es algo muy diferente del honor y la reputación. Estos últimos conceptos, de alguna manera medidos por Transparencia Internacional (TI), indican que Colombia está en medio de la tabla de ‘percepciones’. No somos tan corruptos como Venezuela, Norcorea o Somalia. Aunque también estamos demasiado lejos de los transparentes países nórdicos, Nueva Zelanda, Suiza y Singapur.

Si pretendemos ser países transparentes quizá debamos examinar las bases de nuestros fundamentos democráticos. Ciertamente los países más transparentes, según TI, son democracias funcionales. De paso, con este mismo criterio, podemos corroborar que en los 20 últimos lugares señalados por TI la mayoría de países son dictatoriales. Esto indicaría que la transparencia no necesariamente se logra con regímenes autoritarios o con leyes draconianas.

Pero si admitimos que el tipo de democracia es causa y efecto de la transparencia, también debemos relacionar democracia y cultura. Se trata de un ‘círculo virtuoso’. Determinadas culturas llevan a consolidar las democracias más transparentes. Y los sistemas democráticos más transparentes, en una visión de 360 grados, fortalecen las culturas democráticas de los 20 primeros países medidos por TI en su tabla.

Mirado desde este punto de vista de cultura y democracia de la transparencia, volvamos a estudiar el caso del exfiscal Moreno. Moreno es un colombiano menor de 40 años, nacido en una clase media de provincia con buena reputación social y forjado inicialmente en instituciones educativas también de clase media.

Su destacada trayectoria académica lo llevó a ser profesor, Ad Honorem de la conocida universidad Sergio Arboleda, en la que años atrás había sido estudiante. Entre sus logros académicos acumuló estudios de maestrías en universidades del exterior. Hasta aquí el curriculum vitae de un colombiano que podría haber triunfado en el sector privado, el servicio público o en cualquier medio universitario.

Pero la formación de un ciudadano no solo está en las aulas escolares, ni en la academia superior. Ni cómo ignorar la influencia del medio cultural al que se vincule durante su carrera. La vinculación de Moreno a diferentes cargos políticos en Bogotá y luego en el Congreso fueron su inmersión en una ‘cultura laboral’ que venera el poder y el dinero.

Pero no todos los servidores públicos son corruptos. Este prometedor abogado pudo haber forjado una mentalidad fuerte de autoestima. Sepan, muchachos, que si uno es íntegro en lo que hace, si se llena de valores humanos, no sucumbe a la ambición malsana. Pero la trayectoria torcida de Moreno, por su falta de verdadera autoestima, o quizá por su falsa percepción de la estima social, arruinó su vida y enlodó más la reputación de los colombianos.

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