La historia es escrita por los optimistas

José Germán Zarama De La Espriella

Desperté este viernes con ánimo de escribir algo que ayude a llenarnos de energía, en días de angustia global e indignación nacional. Hay muchos lugares de preocupación geográficamente localizables, entre ellos: Nor-Corea, Venezuela y, para acercarnos más a nuestra problemática, los ‘elénicos’ Montes de María.

En medio de estas disquisiciones, leo una columna del Profesor Wasserman, en El Tiempo, con similares inquietudes, pero analizadas desde el ángulo opuesto.

En su artículo El sesgo de negatividad, Wasserman saca una conclusión causal, tras investigar la tendencia social de ser ‘negativos’. La razón por la cual “somos así de negativos es simple: es porque somos humanos perfectamente normales”. Y explica el profesor, con una metáfora, que preservar la vida cuidándose de un tigre voraz, es prioritario en la selección natural de las especies.

Concepto patético, con cierta dosis de estoicismo en sus reflexiones. El enfoque final de esta columna de opinión es, sin embargo, alentador. “No hay duda de que muchos de los avances de la humanidad los hicieron quienes, a pesar de su natural sesgo negativo, encontraron un camino para apreciar y construir lo bueno” –termina Wasserman.

Y es que vale la pena llenarse de razones de optimismo, en este país de ‘posconflicto’ con ataques terroristas y corrupción sistémica. Enfrentemos nuestros temores en este mundo. Aterradoras las crecientes probabilidades de repetir un holocausto nuclear, después de 62 años de Hiroshima, por cortesía del “iluminado” de PyongYang y el “serenísimo” Trump. Poco podemos hacer los colombianos, como no sea mantenernos tan alejados como podamos de ese conflicto.

El miedo de uno y otro país ha llevado a que se armen y amenacen esquizofrénicamente. Quizás la constante amenaza de ‘la superpotencia’ logró con el tiempo que el enemigo pequeño perdiera el miedo y se empezara a desquiciar. Pero cuando un mosquito, como King Jong-un, se posa en los testículos, no es recomendable solucionar el problema a manotazos. Si lo peor ocurriera, el mundo, incluyendo a China que incubó al mosquito, recibiría una dolorosa lección. Pero tal vez el principio del fin sea el inicio mismo de una nueva era de paz.

Si Venezuela se consolidara como una dictadura comunista, con un amplio rechazo internacional, el régimen muy pronto tendría que buscar salidas como la ‘perestroika’, para sobrevivir. Mientras tanto la lección nuestra sería alejarnos de caudillos totalitarios, como remedio ante tan indignante corrupción. Quizás el espejo de Odebrecht, del exfiscal Moreno, ‘Kiko Gómez’ y tantos otros, ejerza un papel disuasivo en las próximas elecciones.

Los Montes de María, el Catatumbo, Mocoa, Riohacha y Quibdó, son sociedades en plena evolución. Si no sucumbimos a los mensajes negativos, en 2018 elegiremos un presidente, con capacidad de consenso, que fortalezcan estas regiones y una democracia en paz.

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