Advertencias ecológicas del papa

José Germán Zarama De La Espriella

Entre los valiosos mensajes que deja a Colombia Francisco hay temas de interés político que podrían encontrar consensos globales. Uno de ellos es el llamado a preservar nuestra privilegiada riqueza ecológica, desde el Chocó hasta el Amazonas.

Coincidente con el viaje papal, nos amenazan las catástrofes naturales en el mundo, que vencen la arrogancia tecnológica del ser humano. Parecen mensajes subliminales que tienden a elevar nuestro pensamiento hacia un ser supremo. Esto acaba de pasar en Texas con la tragedia del Huracán Harvey.

Inevitable, entonces, no dejar de recordar una leyenda prehistórica acogida en muchas culturas: el ‘Diluvio Universal’. En este relato, Dios castiga a la humanidad por su mala conducta provocando el anegamiento de toda la tierra. Por decisión divina sólo se salvaron de morir entonces el patriarca Noé y su familia, junto con varias parejas de animales escogidos para tal fin.

Pero, como ya dijimos, independientemente de las tradiciones occidentales, heredadas de las culturas judía y la cristiana, muchísimas civilizaciones coinciden en relatar un ‘diluvio universal’. Quizás el relato más antiguo sea el mencionado en el poema de Gilgamesh, una narración sumeria que constituye la obra épica más antigua conocida.

Muy lejos de los sumerios, la tribu indígena de los Chibcha, que habitaba esta Bogotá pre-cristiana honrada en estos días con la presencia de Francisco, sorprendió a los conquistadores españoles con una historia ancestral semejante.

En este diluvio universal andino el Noé de la historia era Bochica, quien con su mujer se refugió en la montaña más alta. Al terminar el diluvio, Bochica abrió un agujero en la tierra en ese sitio que los nativos llamaban Tequendama, por el que desaparecieron las aguas.

Pero, si hoy no tememos a Dios, al menos coincidimos en la creciente tendencia cultural, que refuerza el Papa, de respetar su creación. Muy lejos de aquí, pero tan cerca en esta aldea global, si alguien en Texas había olvidado esa historia bíblica, que seguramente sí ocurrió en tiempos ‘prehistóricos’, hace pocos días sufrieron un terrible huracán. Y no fue un huracán cualquiera.

Y, una vez más, el recuerdo del diluvio universal nos lleva a todos a cuestionarnos sobre nuestra posible responsabilidad en esta tragedia. Pocos lo toman hoy, como entonces, como un castigo de Dios, pero muchos creemos que sí se trata de una respuesta al abuso de la ‘naturaleza’.

A la hora de escribir esta columna, México sufre las mortales consecuencias de un terremoto. Las islas del Caribe lloran ante la nueva amenaza de otro huracán: Irma. Y el Estado de La Florida entra en pánico. Detrás de Irma viene una temible pareja: José y Katia. Y nos cae entonces, como si estuviera iluminado, el mensaje de Francisco de respeto ecológico y solidaridad.

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