El apocalipsis de Rothman

José Germán Zarama De La Espriella

La furia de la naturaleza, tan exacerbada últimamente, ha llevado al nivel de terror a un mundo ya asustado por amenazas humanas, tales como Trump y Kim Jong-un. Tras los desastrosos huracanes caribeños y el terremoto de México, no podía escogerse momento más angustioso para que un científico predijera la inminencia del apocalipsis. Y es que la investigación publicada hace cuatro días, relacionaría los efectos del desborde de la insensatez humana sobre fenómenos naturales.

La investigación de Rothman, profesor de geofísica del MIT, sobre umbrales históricos de niveles de carbono y extinciones masivas, se ha vuelto una información ‘viral’. Varios medios colombianos registraron esta noticia a pocas horas de generarse en Massachusetts. El Doctor Daniel Rothman habría desarrollado una fórmula matemática que identifica los indicadores de catástrofes generadas por las acumulaciones de carbono. Mediante esta fórmula se concluyó que las emisiones de dióxido de carbono, que no han dejado de aumentar desde el siglo XIX, podrían generar una extinción en masa. Y, en efecto, esto ya ha ocurrido cinco veces en la historia del mundo.

El terror y la acumulación de sucesos espeluznantes pueden llevar a incrementar los niveles de paranoia colectiva. La paranoia, como todos saben es una enfermedad mental que se caracteriza por la aparición de ideas fijas, obsesivas y absurdas, basadas en hechos falsos o infundados. En este caso, la falta de fundamento estriba en relacionar directamente los huracanes con los terremotos y todo esto con el calentamiento global. Y la gente paranoica, alimentada en los medios masivos por las llamadas ‘teorías conspirativas’, busca soluciones irracionales.

Este es el caldo de cultivo de líderes nacionalistas de todo tipo, tanto en Oriente como en Occidente. Al menos el estudio de Rothman nos da un margen de probabilidades bastante aceptable, mínimo hasta el año 2100, de supervivencia mundial. Y si las cosas funcionan bien, por cuenta de un mejor comportamiento humano, tendríamos al menos 10 mil años para evacuar el planeta. Seguramente la tecnología nos salvaría de la catástrofe.

Pero, una vez más, nada es seguro aunque dejemos de contaminar. La impredecible naturaleza, cuyos mega-volcanes (como Yellowstone) en erupción podrían detonar el umbral catastrófico de CO2, generaría una extinción masiva en cualquier momento. Tampoco podemos todavía predecir ni menos detener las amenazas siderales de los mega-meteoritos.

Hasta aquí, y mientras los seres humanos no emulemos con dioses ancestrales, no sacamos nada con prever escenarios apocalípticos naturales. Pero sí podemos hacer caso de la advertencia de Rothman recapacitando en la imperiosa necesidad de no jugar más con ‘gasolina’. Y también podemos erradicar amenazas humanas igualmente letales y mucho más probables. Eliminemos tan pronto como podamos las muy proclives ideologías nacionalistas. Sin falsos profetas de nacionalismos, petroleros o nucleares, tendremos mayores oportunidades.

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