El éxtasis de la muerte

José Germán Zarama De La Espriella

La muerte de María Andrea Cabrera nos conmueve a todos los colombianos. Siento, como en un caso de estudio de la revista española Aperturas Psicoanalíticas que “si esto me pasara a mí (la muerte de un hijo) no podría seguir viviendo”. Por eso entiendo la reacción del general Fabricio Cabrera de buscar culpables y tratar por todos los medios de que respondan por su crimen.

Pero, el proceso penal aún no ha comenzado y ya se conocen descargos, como audios de mensajes de “la víctima”, incómodos para el general. Lo único que podemos asegurar por ahora, ante el veredicto de Medicina Legal, es que a María Andrea la mató “el éxtasis”. Y el éxtasis, decía la revista Semana en junio de 2002, “es la droga de moda entre los jóvenes de estratos altos”. Esta afirmación coincide, dieciséis años más tarde, con el perfil de los involucrados y la reconocida ‘Zona T’ de Bogotá. Y mientras se investiga el supuesto delito –podría serlo o no- tratemos de entender como sociedad el grave peligro que esta droga representa. Todo parece indicar que el éxtasis que consumieron los jóvenes involucrados no obedeció a una circunstancia fortuita. Su consumo, según serios estudios se disparó desde los años 90. Y, en el fondo del asunto está una creciente necesidad sicológica de desinhibición y afecto en jóvenes especialmente proclives a ciertas drogas. Ciertamente el éxtasis prueba ser más peligroso que el licor o la marihuana de mayor acceso en los estratos más bajos.

Y cuál es el atractivo del éxtasis, en la escala del “refinamiento” social. Su consumo está relacionado con la rumba raver en clubes, como el ‘Mint Social Club’, donde combinan música electrónica, juegos de luces con rayos láser y bebidas ‘energizantes’. Este tipo de prácticas culturales seduce a jóvenes que tratan de mitigar el estrés de sus vidas académicas o laborales mediante la saturación de sus sentidos.

La música que acompaña el consumo de éxtasis es una experiencia sensorial complementaria del éxtasis. El sonido parte de mezclas realizadas por un DJ, que emiten 120 beats por minuto, acompasando el latido del corazón del consumidor. De esta manera, en palabras de un ‘raver’, “uno mismo se pierde en el beat, llegando a ser uno con la música y dejando que la música controle tus movimientos”. El momento del consumo del éxtasis, al ritmo de ‘raven’, genera una sublimación de euforia.

La lamentable muerte de una persona tan joven, como María Andrea, alerta a la sociedad sobre los peligros del éxtasis, y de suplir necesidades sicológicas con sus prácticas culturales de consumo. Por supuesto que debemos evitar todos los productos psicoactivos, incluyendo el alcohol, por peligrosos. Pero este, el éxtasis, puede entrañar más altos riesgos.

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