Iluminación del Día D o en el cubículo de votación

José Germán Zarama De La Espriella

Quienes pretendían persuadir a alguien de votar por algún candidato, entendida la persuasión como un medio coercitivo, ya lo habrán logrado hace rato o no lo conseguirán ya. Quienes sugirieron votar por uno u otro candidato, en el entendido de alternativas democráticas de sugestión, o bien lograron sintonizarse ya con el receptor o pierden su tiempo en adelante.

Yo en cambio, a estas alturas solo creo en la reflexión individual, la misma que nos debe llevar como sujetos auto determinados a votar en la soledad de un cubículo. Esa, la idea de autodeterminación y confidencialidad, es una premisa democrática.

Pero, el tema de la racionalidad y la política no van propiamente de la mano. Por ello lo mejor que hemos podido hacer es llenarnos de paciencia con nuestros contactos, amigos, familiares o vecinos monotemáticos. Pero, paciencia no es lo mismo que claudicación moral. Y para no claudicar debemos desintoxicarnos de la propaganda a fin de tomar una decisión final de ‘voto a conciencia’. Esto es válido, si aún disponemos de ella para meditar en silencio. Y tenemos aún unas horas de plazo, en este día, para reflexionar si votamos manipulados por la persuasión social o iluminados por la ética del bien común.

La persuasión, emparentada pero no igual a la sugestión, podría ser de tres tipos, de menor a mayor morbilidad: indirecta, hipnótica y directa. La meditación, la ‘iluminación’, sirve especialmente en los dos primeros tipos, cuando la persuasión es indirecta o hipnótica. El cuestionamiento útil que viene entonces a nuestra mente es qué tan manipulados hemos sido por procesos de persuasión. Y la persuasión política, llamada propaganda, tiene un origen ideológico.

La persuasión directa, del tercer tipo que planteé, es aquella que se logra debido a la autoridad de una persona sobre otra sometida a ella. Esta persuasión proviene de aquellos individuos que logran persuadir a los demás, incluso de ideas peligrosas. Esos individuos no se dirigen al pensamiento lógico de las personas, sino a sus emociones, en particular, a sus miedos y sus deseos. De este modo logran que la voluntad de las personas se quiebre y terminen haciendo lo que ellos quieran.

Este tipo de persuasión directa, que se produce cuando se incorporan por la fuerza ideas de otros como si fueran propias, y que conllevan también una persuasión cuasi-hipnótica, ‘no’ es tratable con procesos de auto-reflexión, según entiendo yo. Esta persuasión directa mezcla, al mejor estilo de la seudo-democracia venezolana, la amenaza física y la coerción económica y social al votante, con los mitos ideológicos. Y escapar de las amenazas físicas a punta de meditación requiere seres como Gandhi. Y qué lejos estamos de ser Gandhi y menos de tener el derecho de exigírselo a nadie.

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