¿Reunificación o refundación?

En las últimas semanas se ha venido hablando de la posibilidad de reunificar el liberalismo, sumido en una profunda crisis desde hace veinte o más años, la peor desde su fundación, y que lo condujo a perder sus amplias mayorías históricas, a que se fragmentara en tres o cuatro partes y a que millares de sus militantes perdieran todo interés por la participación político electoral.

Esta crisis no se produjo de un día para otro y tuvo varios profetas, importantes unos, anónimos otros, quienes clamaron en el desierto para que la colectividad roja imprimiera rectificaciones y recobrara el rumbo. ¿Cuándo empezó esa tragedia? Sin duda, cuando se apoderaron del Partido unas camarillas astutas para la componenda electoral, pero inhábiles moral y éticamente. Camarillas sin doctrina, en muchos casos, que consolidaron un estilo político (rápidamente imitado por otros partidos) basado en redes clientelares y en alianzas con organizaciones siniestras y que tiene en el famoso escándalo de la “para-política”, el ícono de la decadencia moral.

La dimensión de la bancarrota liberal la pueden sintetizar dos hechos vergonzosos: uno, la llegada a la Cámara de Representantes, bajo sus banderas, del jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar, y el otro, la infiltración de la campaña presidencial del 94 por parte del cartel de Cali. Ninguno de los responsables de estos episodios le ha ofrecido disculpas públicas a la nación y a la militancia liberal, que sería lo mínimo que se podría pedirles.

La llegada al poder del presidente Juan Manuel Santos y su innegable viaje al centro político, han puesto sobre la mesa la posibilidad de reunificar el liberalismo en torno suyo, primero, mediante la fusión del Partido Liberal y Cambio Radical, y luego, con el regreso de quienes se aglutinaron en las toldas uribistas bajo el mote de Partido de la U. La propuesta ha sido complementada por el expresidente Samper, quien dice que debería operarse una refundación, para que el liberalismo decida cuál es su posición en el espectro político. Interesantes pero insuficientes ambas propuestas. Lo que se requiere no es reunificar manzanillos, ni definir si el partido es de izquierda o de derecha. El problema, más que ideológico, es ético y de estilo; es si el liberalismo es capaz de volver a hacer política con base en tesis y programas, y si puede conducir la nación hacia un nuevo estadio más igualitario, justo y pacífico.

Los partidos necesitan reingeniería. Sí. No sólo el liberalismo; también el conservatismo, no exento de sombras y pecados, y el prematuramente envejecido Polo Democrático Alternativo. Allí está parte del futuro de Colombia. Refundación sí, pero no sólo el discurso, sobre todo la praxis. Eso es lo importante.

EL NUEVO DÍA

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