Por encima de los obstáculos y la intolerancia

A lo anterior se añade que en el Congreso hay desembozados partidarios del nazismo y mentores de los grupos paramilitares cuya única función, hasta ahora

El país debe asimilar desde ahora que el proceso de paz (si alguna vez se culmina) ha de ser largo, doloroso y costoso, lleno de obstáculos y enemigos en el camino y ha de iniciarse cuando terminen las hostilidades al final de los diálogos. No habrá fórmulas mágicas ni instantes que marquen un cambio radical, sino una construcción lenta que implique altas dosis de generosidad y perdón, combinados con extendido sentido de tolerancia por la diversidad.

Con razón existen grandes motivos para el pesimismo si las Farc y el ELN continúan cometiendo atentados que perjudican particularmente a la población civil, contamina sus fuentes de agua y causa la muerte a niños inocentes.

Por cierto, en la medida en que se involucra a más gente en el proceso, se organizan las víctimas y designan sus representantes en los diálogos se despiertan y crecen las amenazas por parte de reductos paramilitares, que consideran que los trámites de restitución de tierras y reparación de víctimas atentará directamente contra sus espurios títulos y sus territorios mal habidos.

Si a lo anterior se añade que en el Congreso hay desembozados partidarios del nazismo y mentores de los grupos paramilitares cuya única función, hasta ahora, consiste en oponerse a las leyes de restitución y reparación y a los procesos jurídicos contra quienes prevalidos de las fuerzas paramilitares y la fuerza pública se apoderaron de extensos territorios y forzaron al desplazamiento de millones que abandonaron sus predios o los vendieron a menosprecio.

Tareas que parecen insuperables y plagadas de inconvenientes y que solo podrán ser superadas por una decisión colectiva que imponga el deseo mayoritario de paz.

REDACCIÓN EDITORIAL

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