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Basta ver lo que ocurre en el Medio Oriente, donde el mismo reparto artificial producido tras la Guerra del 14 salta en pedazos por razones religiosas, económicas y de disponibilidad de materias primas o productos esenciales.

En diversas regiones del globo se conmemora el centenario de la iniciación de la que fue llamada Gran Guerra, un cataclismo que causó millones de víctimas y destrucción extendida.

Lo paradójico del asunto es que en los meses que antecedieron a la conflagración se respiraba un aire de fraternidad que no permitía anticipar los horrores que se vivirían posteriormente. De hecho el reparto político de Europa en la época se hacía entre testas coronadas que resultaban emparentadas entre sí y que, como una gran familia, se reunían periódicamente en casorios, funerales y bautizos. Lejos estaban de saber los protagonistas que se enfrentarían en una sangría sin precedentes que, además, rediseñaría el mapa mundial y reagruparía en forma completamente distinta a las potencias y colonias de entonces.

Al parecer ni la catástrofe del 14 ni su similar del 39 han generado el imperecedero y necesario impacto para que la humanidad rechace absolutamente cualquier posibilidad de un enfrentamiento de similares dimensiones.

Cuando terminó la Guerra Fría tras la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética se llegó a enunciar “ el final de la historia” pues se suponía que atrás quedaba la posibilidad de un conflicto global. Sin embargo, y coincidiendo con el centenario de la Gran Guerra, comienzan a multiplicarse los enfrentamientos regionales, que van generando efectos colaterales que, en caso de propagarse, pueden conducir a un evento incontrolable en el que se vean involucrados los más disímiles participantes.

Basta ver lo que ocurre en el Medio Oriente, donde el mismo reparto artificial producido tras la Guerra del 14 salta en pedazos por razones religiosas, económicas y de disponibilidad de materias primas o productos esenciales. Israel contra Palestina, chiíes contra suníes, fundamentalistas contra laicos todos en la vecindad de las mayores reservas de petróleo y gas, de cuya disponibilidad depende la estabilidad económica actual de gran parte de los países.

Lo mismo que acontece con Rusia, que, nostálgica de su antiguo poder, comienza a tratar de expandir sus fronteras a costa de sus vecinos como Ucrania o parte de ellos como Crimea. Sin perder de vista las tensiones entre China y Japón, India y Pakistán o las dos coreas.

Existen alianzas muy sólidas e intereses económicos demasiado fuertes que en cualquier momento pueden llevar a confrontaciones directas en un mundo que, a diferencia de lo que ocurría a principios del Siglo XX, cuenta con elementos de destrucción masiva cuya utilización supondría una hecatombe o la destrucción de media humanidad.

REDACCIÓN EDITORIAL

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