Don Ramón de Marinilla

Quizás los noveles presentadores de deportes puedan soslayar lo que los pioneros del ciclismo significaron en el alma del pueblo, pero quienes vivieron esas tenebrosas épocas los tiene vivos en el recuerdo como quienes encendían una luz de esperanza en momentos sombríos. ¡Gracias, Don Ramón!

Bien se sabe que no hay nada más efímero que la fama, pero resulta difícil de asimilar que el día de la muerte de Ramón Hoyos Vallejo algunos noticieros de televisión en su sección de deportes ni siquiera mencionaron el deceso de quien fuera uno de los colombianos más famosos de los años cincuenta del siglo pasado.

Vivía el país el momento más oprobiosos en su larga historia de violencia y corrían los ríos de sangre del espantoso genocidio. Había algunos factores que lograban distraer al pueblo del holocausto y lo movían a terrenos menos dolorosos: el uno era el incipiente campeonato de fútbol profesional y, el otro, el ciclismo cuyo máximo evento era la Vuelta a Colombia, una prueba por etapas a la manera de similares competencias que se escenificaban en Francia, España e Italia.

En ese entonces se configuraban confrontaciones entre equipos regionales y las mieles del triunfo se disputaban principalmente entre los combinados de Antioquia y Cundinamarca. La primera vuelta había sido ganada por un bogotano llamado Efraín Forero Triviño y, la segunda, por un francés que luego se radicó en Colombia de nombre José Beyaert. De allí en adelante se estableció una prolongada hegemonía antioqueña liderada por un repartidor de carne que aprendió los gajes del ciclismo a punta de golpes y en la propia Vuelta a Colombia, cuyo nombre adquirió ribetes mitológicos en el fervor popular al imponerse en las ediciones de 1953, 1954, 1955, 1956 y 1958. Una seguidilla que solo fue interrumpida en 1957, el año en que el equipo de la montaña (compuesto además por Hernán Medina Calderón, Honorio Rúa Betancur y Francisco Luis Otálvaro) se etiró de la competencia en protesta por una sanción a Hoyos lo que dejó el camino libre al español José Gómez del Moral.

Por el lado de Cundinamarca se alineaban además de Forero, Jorge Luque, Antonio Ambrosio y Roberto Buitrago. Las hazañas de unos y otros eran narradas por otras figuras míticas, los locutores que contribuyeron a llevar al deporte de las bielas a la cúspide del fervor popular: Carlos Arturo Rueda Calderón, Gabriel Muñoz López, Alberto Piedrahita Pacheco y Julio Arrastía Bricca.

Ramón Hoyos añadió a sus cinco campeonatos en la Vuelta, la medalla de oro en ruta en los Panamericanos y un quinto lugar en la misma competencia en los Juegos Olímpicos.

Con la leyenda creada alrededor de sus hazañas se matizó el dolor y la muerte en esas horas aciagas y se estableció en el país una tradición ininterrumpida que ha llenado de triunfos a los anales del deporte colombiano, triunfos que por aquellos días de Hoyos no eran muy habituales.

Quizás los noveles presentadores de deportes puedan soslayar lo que los pioneros del ciclismo significaron en el alma del pueblo, pero quienes vivieron esas tenebrosas épocas los tiene vivos en el recuerdo como quienes encendían una luz de esperanza en momentos sombríos.

¡Gracias, Don Ramón!

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios