A nadie escapa la importancia que para una comunidad tiene una entidad como la Cámara de Comercio que a más de ser la recipiente y custodia de la información sobre las actividades y la situación financiera de empresas y comerciantes, tiene la capacidad para aglutinar a la ciudadanía en tareas de beneficio colectivo, ser un motor que dinamice la actividad empresarial, fuente de ideas y puente de transferencia tecnológica a más de resguardo de la fe pública.
Lamentablemente estas características se ven opacadas por intereses políticos, ambiciones mezquinas, dispensa de canonjías y contratos de controvertida asignación, nicho de egos salidos de proporción y escenario de batallas públicas en las que chocan ansias de figuración e intereses subalternos.
No se piense que tales circunstancias son condición exclusiva de la Cámara de Comercio de Ibagué, pues en las diversas localidades se repiten con mayor o menor intensidad unas o todas las descritas, a más de otras que, en ocasiones, desafían la imaginación.
Las censurables conductas que, por supuesto, no son practicadas por todos los dignatarios que acceden a los organismos directivos de estas corporaciones se conjuran contra los potenciales beneficios que pueden y deben emanar de unos organismos concebidos para ser depositarios de la confianza, fuente de información, ejemplo de desempeño y reguladores de la actividad comercial en las regiones.
Las confrontaciones y el desorden que han imperado en los últimos años en la entidad local son un pésimo ejemplo para la ciudadanía y signos de inestabilidad que en nada favorecen a la región y a las actividades empresariales. La continua defenestración de Presidentes Ejecutivos tras conflictos personales e internos con miembros de la Junta Directiva poco contribuyen a la imagen corporativa y al servicio que debe brindar.
Algunos ciudadanos designados para ocupar la alta distinción de Presidente Ejecutivo y que han sido presentados como la segunda venida de Cristo por sus promotores al poco tiempo se ven vituperados por quienes incidieron en su nominación, bien porque no se pliegan a irregulares actuaciones, bien porque desnudan sus verdaderas intenciones.
Mañana se llevará a cabo la elección de la nueva Junta Directiva en una jornada que hubo de ser postergada por la Superintendencia de Industria y Comercio SIC que aquí, como en otras ciudades, hubo de proceder a ordenar una radical depuración de quienes tienen derecho a voto de acuerdo con los estatutos. Para complicar la situación la Junta Directiva saliente prescindió del Presidente Ejecutivo a 10 días de la elección y la SIC enviará a una comisión a supervisar el proceso.
La ciudadanía reclama la restauración del orden en el organismo, el regreso a la normalidad y grandes dosis de madurez. Para el efecto en esta, como en otras elecciones se debe proceder con tino y sindéresis por parte de quienes tienen la capacidad de votar pues, aunque muchos no lo crean, hay candidatos con sobrados méritos para recibir el respaldo de los electores.
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