Un vórtice de violencia

Sobre la reciente masacre ha habido numerosas especulaciones que se inclinan a señalar como cómplices del ELN a los siete masacrados, lo que no compagina con la avanzada edad de unos y la corta de los otros y la sevicia con la que fueron asesinados. Menos cuando las víctimas hacían parte de la familia de unos caracterizados paramilitares

No ha correspondido con la gravedad de lo ocurrido la reacción del país a la masacre ocurrida en el municipio antioqueño de Amalfi, en el que fueron ejecutadas siete personas y se desconoce el paradero de un bebé.

Al momento de escribir estas líneas se ignora quienes pudieron estar detrás de los luctuosos hechos, en los que las víctimas fueron asesinadas a mansalva y en situación de indefensión. Lo único cierto es que los ejecutados hacen parte de una de las familias que más triste fama le han dado a ese municipio de donde han salido algunos de los más tenebrosos asesinos y genocidas, como los hermanos Castaño Gil, los Rendón Herrera o los Arroyave. En este caso se trata de los Rendón Herrera (’Don Mario’ y ‘El Alemán’) que, por cierto, a ‘Don Mario’ hospedado en Picaleña, se le acaba de aprobar la extradición a Estados Unidos por sindicaciones de narcotráfico.

¿Cuál es la razón para que en un pueblo de 20 mil habitantes se concentre tal capacidad para generar y liderar la violencia, el salvajismo y la barbarie, que ni siquiera toma en cuenta las más elementales razones de sangre, fraternidad y, mucho menos, de humanidad?

Días atrás se recomendaba en esta mismas líneas la lectura de tres libros, uno de los cuales el de la periodista María Teresa Ronderos, llamado Guerras Recicladas. Una historia periodística del paramilitarismo en Colombia. Allí se dedica todo el Capítulo IV a tan sobrecogedora circunstancia y lo designa con el nombre de ‘Los amalfitanos: auge y caída’, donde se narra el origen de tan tenebrosos personajes, su senda de violencia y terror y el final de tan oprobiosas existencias.

Sobre la reciente masacre ha habido numerosas especulaciones que se inclinan a señalar como cómplices del ELN a los siete masacrados, lo que no compagina con la avanzada edad de unos y la corta de los otros y la sevicia con la que fueron asesinados. Menos cuando las víctimas hacían parte de la familia de unos caracterizados paramilitares. Sin embargo, como ya lo sabe el ciudadano, la vorágine de la guerra en Colombia se sale de toda lógica.

REDACCIÓN EDITORIAL

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