Editorial: No paran las convulsiones

En segundo lugar resultan bien confusas las actuaciones del contingente atacado: no es concebible que un destacamento del Ejército, en una de las zonas más conflictivas del país, donde pululan las Farc, el ELN, paramilitares, bacrim y narcotraficantes vaya a dormir sin aprestar centinelas, cuando hasta un grupo de boy scouts que acampa en un conjunto cerrado así lo dispone.

El desgraciado episodio que le costó la vida a once soldados del Ejército colombiano ha sacado a la luz pública varias circunstancias que muestran a las claras el enrarecido ambiente y la polarización que existe al interior de la sociedad.

Primero hay que recabar en el tremendo efecto que tuvo sobre la credibilidad en el proceso de paz y, por encima de todo, en la voluntad de la guerrilla para llevarlo a buen término. Resulta claro que lo sucedido solo puede tener dos percepciones: el ataque fue ordenado por el Secretariado o se trata de una acción perpetrada por una facción que actúa por fuera de la unidad de mando. Si hubiera ocurrido lo último los voceros de La Habana deberían haber salido a censurar y distanciarse de lo ocurrido. Nada de esto último sucedió por lo que debe asumirse que el episodio ocurrió con la aquiescencia del Secretariado y, por la misma razón, se debe entender que la tregua unilateral ha sido rota.

En segundo lugar resultan bien confusas las actuaciones del contingente atacado: no es concebible que un destacamento del Ejército, en una de las zonas más conflictivas del país, donde pululan las Farc, el ELN, paramilitares, bacrim y narcotraficantes vaya a dormir sin aprestar centinelas, cuando hasta un grupo de boy scouts que acampa en un conjunto cerrado así lo dispone. Tampoco resulta claro que un grupo tan grande de uniformados esté al mando de un sargento, cuando a la cabeza debe estar un oficial.

Del todo censurable resulta que el senador Uribe busque réditos políticos sobre los cadáveres de los soldados y propague infundios tan falaces como que se dio orden de no brindarle apoyo aéreo al grupo atacado y las mentiras las difunda usando fotografías de soldados estadounidenses en la guerra de Iraq.

De otro lado ya resulta preocupante la actitud de un numeroso grupo de militares, azuzado por oficiales retirados y activos para con el Gobierno y el Presidente. Lo ocurrido el pasado domingo ya toca los límites de la sublevación y debe producir definiciones en el alto mando.

Lamentablemente el mayor perjudicado es un proceso de paz que había llegado muy lejos y que pretendía que tragedias como la ocurrida con los soldados en el Cauca no se volviera a repetir.

REDACCIÓN EDITORIAL

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