Editorial: Ni un muerto más

Una retrospectiva de lo sucedido muestra que los once soldados del Cauca fueron muertos en medio de una anunciada tregua unilateral decidida por las Farc. La responsabilidad de lo acontecido claramente recaía sobre el grupo insurgente que debería haber asumido lo ocurrido y ofrecer signos de contrición.

El enérgico reclamo del cardenal Rubén Salazar, recién designado presidente del Celam, que procura el final de una guerra irracional, es secundado por la mayoría de los colombianos hastiados por decenios de una sangría sin objetivos y una confrontación inútil.

El pronunciamiento del cardenal ocurre en el momento en el que se recrudecen las hostilidades que han significado la muerte de no menos de 55 colombianos por cuenta de la guerra en el último mes. Once soldados en el Cauca, 26 guerrilleros en Guapi, una niña en el Caquetá, un soldado en Norte de Santander, 10 guerrilleros en Antioquia, cinco en Chocó y un policía en Tumaco.

Una retrospectiva de lo sucedido muestra que los once soldados del Cauca fueron muertos en medio de una anunciada tregua unilateral decidida por las Farc. La responsabilidad de lo acontecido claramente recaía sobre el grupo insurgente que debería haber asumido lo ocurrido y ofrecer signos de contrición.

Nada de esto sucedió y la reacción nacional fue generalizada, por lo que el Gobierno decidió dejar su propósito de cesar los bombardeos que son parte esencial de la ventaja en una guerra asimétrica y reasumirlos con las consecuencias anotadas.

Se especuló con el retiro de las Farc de la mesa de La Habana, situación que no se presentó, con el resultado de que las partes retrocedieron al estado anterior de continuar las negociaciones en medio de la confrontación.

Ahora es el país el que no se resigna a continuar impasible ante los ríos de sangre y secunda al cardenal en el reclamo porque las hostilidades terminen y definitivamente se proyecte la nación en la búsqueda de la paz.

Por supuesto que si al silencio de los fusiles se une el ELN; tanto mejor, si bandas como Los Urabeños y Los Rastrojos concluyen su desmovilización y se entregan a la Fiscalía, se habrá ahorrado enormes e inútiles dosis de dolor y sufrimiento a los colombianos.

Para que vivir civilizadamente dentro de la divergencia deje de ser una utopía.

REDACCIÓN EDITORIAL

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