Editorial: Ante la evidencia

Una vez alcanzados los objetivos se debe ir reduciendo el tamaño del Ejército, para convertirlo en un cuerpo con mejor tecnología, mayor capacidad de acción y una organización multimisión que atienda tareas bien distintas a las derivadas del conflicto interno.

Tal vez se ha pasado de soslayo o resulta tan evidente que no ha producido los usuales graznidos del Procurador ni el coro de los acostumbrados opositores a cualquier iniciativa de paz, pero de todas maneras resulta reconfortante que sea el propio Comandante del Ejército el que abra plaza con una verdad tan grande como una catedral: de alcanzarse la paz el Ejército colombiano ha de reducir su tamaño.

Fue en la rendición de cuentas del Ministerio de Defensa en Puerto Asís, Putumayo, donde el general Alberto Mejía, en la primera e importante intervención pública desde que asumió el mando que pronunció las palabras que no parece haber quién las controvierta.

Es preciso llamar las cosas por su nombre y no eludir la verdad con el prurito de tener calmada a la galería guerrerista. En la situación actual de guerra las fuerzas armadas y la policía tienen medio millón de personas en sus filas; si gran parte de las fuerzas insurgentes deja las armas y se compromete en la construcción de la paz, habrá disponibilidad para que esos contingentes enfoquen su accionar a otros grupos como el ELN (si no se suman al proceso de paz) y a las bacrim y bandas de narcotraficantes, que muchas veces son los mismos.

Una vez alcanzados los objetivos (y aún antes de ese momento) se debe ir reduciendo el tamaño del Ejército, para convertirlo en un cuerpo con mejor tecnología, mayor capacidad de acción y, en resumidas cuentas, una organización multimisión con posibilidad de atender tareas bien distintas a las derivadas del conflicto interno.

Eso no quiere decir, de ninguna manera, que se esté pensando en poner en peligro la seguridad de la nación o plegándose a los deseos de una conspiración internacional del eje La Habana - Caracas, como algunas mentes calenturientas lo han insinuado, sino significa que el país habrá entrado en una etapa en la que los recursos destinados a la guerra y la confrontación entre hermanos han de utilizarse en el bienestar y la satisfacción de las necesidades de cientos de miles de colombianos que lo requieren.

Resulta alentador que sea el mismo Comandante del Ejército quien lo reconozca.

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios