Entorno degradado

Claro que hay casos que reclaman acciones más drásticas como se constató en el conjunto megalítico de Stonehenge en el que algún idiota pintó con aerosol: “William was here” (Guillermo estuvo aquí), o en nuestro país en las cuevas de Tierradentro otro estúpido pintó: “John Jairo y Luz Dary TQM”.

Una de las recomendaciones de los promotores del concepto global de las pequeñas cosas consiste en reparar los daños perpetrados a los bienes comunes tan pronto los desadaptados los realizan. Es así como si alguien rompe un vidrio, destruye una lámpara de alumbrado público o altera una señal de tránsito se debe proceder de inmediato a reemplazarlos.

Igual acontece con los afiches y pancartas instalados en postes, árboles o paredes en sitios públicos, lo mismo que con las pintadas de muros y puentes o los grafitos hechos por hinchas de los equipos de fútbol o las llamadas tribus urbanas que lo único que muestran es que los autores reprobaron pintura en el kinder o no resultaron aptos para trabajos manuales.

Ante tales plagas que lo único que hacen es deteriorar el entorno y afear las ciudades no se debe perder el impulso y tener la constancia para repetir las reparaciones, echar una mano de pintura o lavar la porquería cada vez que los deficientes mentales actúan.

Claro que hay casos que reclaman acciones más drásticas como se constató en el conjunto megalítico de Stonehenge en el que algún idiota pintó con aerosol: “William was here” (Guillermo estuvo aquí), o en nuestro país en las cuevas de Tierradentro otro estúpido pintó: “John Jairo y Luz Dary TQM”. Casos de ignorancia invencible que ameritan una corte marcial. Igual a lo que aconteció con un escultura recién instalada en la Plaza de Bolívar a la que un catatónico no se le ocurrió otra cosa que arrojarle un frasco de pintura verde.

Pero si bien muchos de los casos descritos pueden ser reparados mediante una campaña cívica en la que la comunidad decida hacer frente común con las autoridades para enfrentarse a los tarados reparando inmediatamente lo deteriorado, hay otras acciones que resultan del resorte de las autoridades ya que los depredadores dejan sus huellas y hasta direcciones y teléfonos como prueba de sus pernicias, lo que puede traducirse en una fórmula expedita para la imposición de multas y sanciones.

Así ocurre con los avisos de espectáculos, circos y ciudades de hierro, los volantes de promoción de servicios y, en esta época, la difusión de mensajes políticos por parte de quienes aspiran a cargos de elección popular y pretenden obtener el favor del elector ensuciando muros, paredes, viaductos, postes, semáforos y vegetación decorativa.

Ante tan flagrantes atentados y si existiera un mínimo de voluntad política o compromiso ciudadano resultaría fácil sancionar a los infractores y tratar de recuperar la cara de la ciudad que cada vez parece más un chiquero abandonado a su suerte.

REDACCIÓN EDITORIAL

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