Editorial: Ante las turbulencias

Algunos optimistas señalan que tradicionalmente en el segundo semestre se incrementa la oferta y con ello se ajustan los precios, mas se olvidan del ingrediente devaluación y su enorme efecto en el precio de la canasta familiar.

En la medida en que continúa el descenso de los precios del petróleo y las materias primas y se acentúa la intensidad del Fenómeno del Niño comienzan a advertirse grietas en la estructura macroeconómica del país y ha obligado a actuar a la Junta Directiva del Banco de la República, responsable de salvaguardar el poder adquisitivo del peso.

En su pasada reunión la Junta del Emisor decidió aumentar en 25 puntos básicos la tasa de intervención, acción que se había mantenido en el congelador por largos meses. Aunque seguramente los indicadores lo hacían esperar, en el momento de la decisión no se conocía el Índice de Precios al Consumidor IPC del mes de septiembre que ha hecho sonar las alarmas.

Por supuesto, que gran parte de lo registrado proviene del incremento del precio de los alimentos (vía precio del dólar o de la escasez derivada de la sequía) pero señala el mayor incremento de los últimos 15 años, con 0.72 por ciento para septiembre, casi cuatro veces lo registrado en el 2014. Lo que indica un crecimiento en el 2015 de 4.76 por ciento y en año corrido de 5.35 por ciento, bien lejos de la meta establecida en la inflación objetivo que está entre el 2 y el 4 por ciento.

Algunos optimistas señalan que tradicionalmente en el segundo semestre se incrementa la oferta y con ello se ajustan los precios, mas se olvidan del ingrediente devaluación y su enorme efecto en el precio de la canasta familiar.

De otro lado, la revelación del incremento en el IPC llega en un momento que se puede calificar como inoportuno pues el país está ad portas de iniciar la discusión sobre la determinación del salario mínimo para el 2016, lo que permite suponer que el habitual forcejeo en la mesa tripartita tendrá elementos mucho más complejos que en los años recientes y argumentos como las proyecciones tendrán muy poca validez en un ambiente de incertidumbre.

Desde la entrada en vigencia de la Constitución en 1991 se había experimentado un muy acertado manejo de la inflación con una reducción del índice que permitía tranquilidad a los actores económicos. Las turbulencias de los dos últimos años, en gran medida exógenas e incontrolables, han de poner a prueba el ingenio de los integrantes de la Junta del Emisor.

REDACCIÓN EDITORIAL

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