Editorial: Entre Jauja y Cucaña

¿Para qué los sardineles en concreto si iban a enterrarse? ¿Cuál es la razón de los toperoles si al lado iban a instalar bolardos? ¿Cuál el oficio de la ampliación de los andenes si los iban a adornar con bolardos?

Aunque algunos “opinadores” a tarifa hayan cambiado reciente y abruptamente su concepto sobre el desempeño de la actual administración de Ibagué y pretendan que los ciudadanos de esta villa de Don Andrés López han habitado en los últimos cuatro años en una reedición del reino de Jauja o Cucaña, no pasa el día en el que se deban señalar protuberantes falencias que afectan no solo el bienestar de los vecinos sino el erario al que contribuyen todos. Tal parece que se hubiese conformado una superlativa conjunción de la ausencia de ética con la carencia de idoneidad.

En esta ocasión es preciso señalar lo acontecido con el cacareado Plan Centro, adjudicado a dedo, de tal manera que con mucha antelación se conocía el nombre del contratista beneficiado, como se señaló en este mismo espacio.

La evolución de los mencionados trabajos ha dado lugar a innovación en las técnicas de ingeniería de las que no se tiene noticia en otras latitudes. Mas hay que ir por partes: en primer lugar, se hizo tabla rasa hasta reparar redes de alcantarillado, por lo que andenes y vía fueron reconstruidos totalmente.

Los andenes de la calle 12 entre carreras Segunda y Cuarta fueron ensanchados para la supuesta comodidad de los peatones. En segundo lugar se construyeron sardineles en concreto que terminaron enterrados, pues las aceras, en un rasgo de innovación insólito, quedaron a igual nivel de la vía vehicular con lo que se pierde el factor conductor de las aguas lluvias a los sumideros y se borra la definición entre las zonas peatonales y vehiculares.

En los andenes se instalaron baldosas tipo toperol que son guía para los invidentes o limitados visuales y allí mismo se levantaron bolardos para intentar corregir el error de las diferencias de niveles anotadas, por lo que el andén ampliado perdió 50 centímetros de su ensanche y a los ciegos se les instalaron obstáculos. Estropicios de similar laya se sucedieron en la calle Séptima entre carreras Segunda y Cuarta.

¿Alguien entiende este galimatías? Seguramente el interventor y algunos funcionarios de la Alcaldía que se dispongan a recibir el desastre. A los legos nos surgen incógnitas: ¿Para qué los sardineles en concreto si iban a enterrarse? ¿Cuál es la razón de los toperoles si al lado iban a instalar bolardos? ¿Cuál el oficio de la ampliación de los andenes si los iban a adornar con bolardos?

Todavía restan 35 días, si el Señor no se apiada de esta comunidad.

REDACCIÓN EDITORIAL

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