Editorial: El horror que no se borra

Simultáneamente aparecieron en la región “Don Diego”, y Henry Loaiza Ceballos apodado “Foraica “ o “El Alacrán”, y se inició el cultivo de amapola en la cordillera. Ambos sujetos cómplices de los hechos de muerte en Trujillo.

El pasado sábado y cumpliendo una de sus últimas tareas al frente del Ministerio, el ministro de Justicia, Yesid Reyes Alvarado, acudió al municipio vallecaucano de Trujillo para, a nombre del Gobierno Colombiano, realizar un acto de desagravio por los horrendos sucesos acaecidos en esa población entre 1988 y 1994 con saldo de 362 asesinatos. El acto tenía como base el acuerdo alcanzado entre el Gobierno colombiano y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos Cidh.

Las víctimas aún no se sienten satisfechas por la falta de cumplimiento de algunos compromisos, entre ellos, el de reparación y la no repetición.

El período más crítico de la barbarie se vivió entre el 29 de marzo y el 23 de abril de 1990 en el que se produjeron 103 asesinatos y, específicamente, en la finca La Sonora de propiedad del narcotraficante y paramilitar Diego Montoya “Don Diego”, fueron torturadas y desmembradas con soplete y motosierra 34 personas, entre las que se contaron mujeres, ebanistas, campesinos, obreros, un inspector de policía y un sacerdote y sus restos arrojados al río Cauca.

Los repudiables hechos de Trujillo por los que se ha condenado internacionalmente al país se originaron en un ataque del ELN a una patrulla del Batallón Palacé de Buga que se tradujo en la muerte de siete soldados y un civil. La reacción hizo que se conformara un contubernio en el que participaron miembros del Ejército y la Policía, así como paramilitares y narcotraficantes de la región con el insoportable saldo de víctimas descrito.

La segunda parte de esta saga de terror y complicidades se escenificó en suelo tolimense: a la comandancia de la Sexta Brigada fueron trasladados el teniente coronel Hernán Contreras Peña y el mayor Alirio Antonio Urueña Jaramillo como Jefe de Inteligencia (ejecutor de las abominables acciones de La Sonora). Ambos habían coincidido en el Batallón Palacé.

Simultáneamente aparecieron en la región “Don Diego”, y Henry Loaiza Ceballos apodado “Foraica “ o “El Alacrán”, y se inició el cultivo de amapola en la cordillera. Ambos sujetos cómplices de los hechos de muerte en Trujillo.

Los atroces episodios tuvieron repercusión internacional, el Gobierno y el Cidh conformaron una Comisión de Investigación que rindió su informe el 31 de enero de 1995. Cuando EL NUEVO DÍA publicó el informe apareció en las instalaciones del periódico el coronel Contreras vociferando que él era el “asesino de Trujillo” y tildando de mentiroso el Libro Blanco publicado por la Comisión de la que hacían parte los comandantes de las diversas fuerzas militares.

“Don Diego” fue extraditado y “El Alacrán” permanece en una cárcel en La Dorada. Urueña fue condenado a 44 años de prisión tras ser recapturado luego de una evasión y Contreras (después de haber sido designado para una misión diplomática) fue separado del Ejército.

Se han conocido versiones acerca de que los negocios de “El Alacrán” siguen a cargo de un hijo que cambió su nombre y estudiaba Derecho en una universidad que funciona en la localidad. Negocios que incluyen una cadena de droguerías, almacenes de ropa, fincas ganaderas en Coello y cría de peces. También aseveran las fuentes que “El Alacrán” está próximo a salir de prisión.

REDACCIÓN EDITORIAL

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