Editorial: Ecos de Chernóbil

Nunca la humanidad había enfrentado un peligro similar que no se convirtió en el Armagedón por cuenta de las acciones heroicas de miles de anónimos trabajadores, pilotos, ingenieros, bomberos y encargados de controlar el desastre que, bien a plena conciencia, bien ignorantes de los peligros que corrían, impidieron que media Europa quedara destruida y toda la población del globo afectada.

Con ocasión de la Feria del Libro que actualmente se celebra en Bogotá con enorme asistencia de público ha visitado el país la ganadora del Premio Nobel de Literatura de 2015, Svetlana Alexeivich, que con un estilo marcadamente periodístico, esas crónicas del horror constituyen su libro Voces de Chernóbil.

Algunos puristas y exégetas desdeñan los escritos de la ucraniana y critican a la academia sueca por haber llevado al Olimpo de la literatura a una forma considerada por ellos como menor. El futuro se encargará de dar su veredicto sobre las dotes de la escritora y los reclamos de sus críticos.

Mas, en este caso, lo que aparece sobre el tapete es lo ocurrido en la ciudad de Prípiat hace 30 años: una catástrofe nuclear que apenas ahora comienza a adquirir su real dimensión. La ciudad donde ocurrieron los hechos hacía parte de la Unión Soviética y hoy lo es de Ucrania.

Había sido construida específicamente para alojar a los operarios y administradores de lo que se consideraba un orgullo de la tecnología y el poder de los sóviets.

Nunca la humanidad había enfrentado un peligro similar que no se convirtió en el Armagedón por cuenta de las acciones heroicas de miles de anónimos trabajadores, pilotos, ingenieros, bomberos y encargados de controlar el desastre que, bien a plena conciencia, bien ignorantes de los peligros que corrían, impidieron que media Europa quedara destruida y toda la población del globo afectada.

Con testimonios de los protagonistas de la odisea y víctimas del cataclismo la escritora no solo describe y revive los padecimientos de miles, sino levanta el velo de las manipulaciones que condujeron a la hecatombe (desde incapacidad, corrupción y avaricia en el proceso de diseño, construcción y montaje de la central eléctrica hasta impericia en los ensayos que dieron como resultado la conflagración), así como el sórdido manejo dado por el gobierno soviético a la emergencia, que permitió la extensión del daño, el aumento en el número de víctimas inmediatas y las que se acumulan a través de los años, con terribles consecuencias para la humanidad y generaciones que todavía no han visto la luz y con efectos que se mantendrán por miles de años.

El aniversario de los trágicos sucesos ha producido la multiplicación de publicaciones y trabajos visuales que denuncian lo ocurrido pero, tal vez, no existe un testimonio de la profundidad y crudeza del de la escritora que nos visita y que se convierte en libro de obligada lectura, que muestra las simas de la indolencia y los peligros a los que se somete una sociedad (cualquiera de ellas) cuando permite el poder omnímodo, la obediencia ciega y la ausencia de verdad.

REDACCIÓN EDITORIAL

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