Editorial: La batalla del Bronx

La solución cruza por una intersección en la que cumplen papel preponderante la atención en salud de los afectados y la represión de las bandas criminales que extienden sus redes de oprobio esclavizando y degradando a sus semejantes.

El país ha mirado con una mezcla de aprensión, rechazo y asombro la intervención que los gobiernos nacional y distrital han hecho a la zona del Bronx en Bogotá. Los sentimientos se confunden al ver la degradación en la que se debaten centenares de compatriotas, muchos de ellos niños y adolescentes, abusados por bandas de desalmados y ante la indiferencia de una sociedad que prefiere mirar para otro lado antes que confrontar tan penosa situación.

Los hay (como es usual en un país agobiado por la violencia) quienes proponen eliminar la condición de manera radical, es decir con el exterminio de los afectados; son muchos los que creen que con solo derribar las ruinosas edificaciones del sector el asunto se ha de soluciones; ha calado en la conciencia de la mayoría que allí han de emplearse diversas fórmulas, complementarias entre sí, que incluyen atención médica y psicológica a quienes han caído en la drogadicción y el alcoholismo, a más de una confrontación permanente con las bandas que se lucran de la desgracia y debilidad de sus semejantes.

Sin duda lo que no podía prolongarse era el abandono al que se sometía a esta población en la vecindad a los centros del poder. El compromiso es ahora acertar en la fórmula para atender tan complejo problema sin repetir lo acontecido con la llamada “Calle del Cartucho” que lo único que logró fue el desplazamiento de las inicuas condiciones a otro sector de la ciudad.

Por cierto, no debe olvidarse que si bien lo de Bogotá atrae la mirada de todos, la circunstancia se repite, casi con los mismos elementos, en otras ciudades del país, en sitios donde van a parar los despojos humanos de una sociedad indiferente que delata la crueldad y falta de caridad de un conglomerado humano que pretende ignorar esta y otras situaciones que afectan a amplios sectores de la comunidad.

La solución cruza por una intersección en la que cumplen papel preponderante la atención en salud de los afectados y la represión de las bandas criminales que extienden sus redes de oprobio esclavizando y degradando a sus semejantes.

Si bien puede haber equivocaciones y torpezas en la confrontación de tan aberrante situación todo es preferible a la indiferencia e indolencia con la que ha venido siendo tratada.

REDACCIÓN EDITORIAL

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