Editorial: Sicariato y guerra de territorios

Sin duda, el complejo panorama debe enfrentarse con la colaboración decidida de las autoridades, la fuerza armada, los organismos de inteligencia y la participación de la comunidad.

Resulta verdaderamente preocupante la proliferación de asesinatos en Ibagué. Lo peor, la mayoría de ellos tienen un marcado tinte de sicariato y, tal como se ha podido comprobar, son cometidos por pistoleros importados de otras regiones dentro de una confrontación por el territorio y el monopolio del microtráfico y su vehículo preferido: el crédito gota a gota.

No hay que devolverse mucho en el tiempo para recordar la ciudad en la que la mayoría de las muertes violentas era producto de accidentes de tránsito y el asesinato ocupaba un distante tercer o cuarto lugar.

Por cierto, lo primero que debe enfrentarse es la confianza en los datos y estadísticas que sobre el tema producen los diferentes entes gubernamentales y que, por diferentes razones e intereses no coinciden entre sí, pues en ocasiones difieren notoriamente. Deben dejarse de lado celos e intentos de maquillar la situación para enfrentar conjuntamente y con clara decisión lo que se ha convertido en una situación que merece completa atención para superar lo que se ha convertido en prioridad y amenaza con transformar a ciertos sectores de la ciudad en impenetrables comunidades donde el mando y la autoridad pueden quedar en manos de violentos y criminales.

Sin duda, el complejo panorama debe enfrentarse con la colaboración decidida de las autoridades, la fuerza armada, los organismos de inteligencia y la participación de la comunidad. Con las destrezas, experiencia y recursos de cada una de ellas, pero también llamando a los organismos del orden nacional para aprovechar su experiencia, conocimientos y equipos que contribuyan a desmontar lo que potencialmente se puede convertir en insoluble problema, del estilo que se implantó en ciudades como Medellín, Cali o Pereira en las cuales el asunto no se resuelve a pesar de esfuerzos de años.

Cabe suponer que en los archivos de muchas de esas entidades reposa información útil en la tarea, no solo para detectar el modus operandi de las bandas sino el origen de las organizaciones; las redes de distribución de drogas, armas y transporte; así como el nombre y ubicación de los proveedores.

El preocupante asunto no da espera y debe ser enfrentado con todos los recursos disponibles.

REDACCIÓN EDITORIAL

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