De Obama a Trump

Trump, quien desde los tiempos de campaña se mostró como una persona polémica, ha dejado ver abiertamente lo que será como Presidente.

Si hay una cosa de admirar de la política estadounidense, es la cordura y la gallardía para sobreponer los intereses patrióticos por encima de las diferencias de sus líderes políticos. Eso quedó evidenciado con los discursos de Hillary Clinton y Barack Obama, luego del triunfo de Donald Trump en las elecciones. El llamado a la unión y a trabajar en pro de los estadounidenses fue la prioridad para ambos.

Para hablar de Obama como presidente, habría que desligar la imagen de hombre amable, cálido y humilde que dejó ver ante los medios. Ahí está la primera diferencia con Trump. Mientras que el demócrata apeló siempre a su simpatía, la figura de Trump, conocida hace tiempo en televisión, estuvo caracterizada por su arrogancia. Eso no cambió siendo candidato, ni cambiará siendo presidente, pues probablemente aquella conducta firme, y poco amigable, terminó por darle la ventaja en la contienda electoral.

En términos de gestión, Obama deja la economía del país mejor que cuando llegó a la presidencia y logró generar empatía internacional, luego del implacable y recio mandato de Bush. Su mediación entre israelíes y palestinos, el restablecimiento de las relaciones con Cuba, el acercamiento con la Argentina de Cristina, el apoyo al proceso de paz de Colombia, entre otras, lo dejaron con favorable índice de popularidad mundial. Aun así, fue duramente criticado por la reforma sanitaria u Obamacare, que buscaba proveer obligatoriamente de servicios médicos a los más pobres.

No obstante, y a pesar del Nobel de Paz, paradójicamente Obama vivió todo su mandato en guerra, pues tropas estadounidenses hicieron presencia en Irak, Afganistan y Siria, donde los bombardeos de parte y parte han dejado más de 220 mil muertos, y en donde es claro que la intervención norteamericana ha contribuido en gran parte al agravamiento del conflicto. Igualmente, Obama no pudo cumplir con controlar la desmesurada venta de armas, ni llevar a cabo con éxito la reforma migratoria, y esas serían algunas de las tareas pendientes más representativas.

Trump, quien desde los tiempos de campaña se mostró como una persona polémica, ha dejado ver abiertamente lo que será como Presidente. A diferencia de Obama, a Trump no le interesa acabar con la cárcel de Guantánamo, por el contrario, su objetivo es “llenarla de malos”. Las intenciones de construir un muro en la frontera con México y de expulsar a los inmigrantes indocumentados permiten pensar en un presidente más duro y a quien no le interesa quedar mal frente al mundo, con tal de lograr lo que requieran sus intereses. La cercanía con Putin, y su intención de no enemistarse con Rusia, a diferencia de lo hecho por Obama, resultan siendo lo más coherente de su parte. La lucha frontal contra el terrorismo, llevada a cabo por el saliente presidente, parece ser que también seguirá siendo parte de la agenda de Trump, y quizá sea una de las pocas cosas en que concuerden.

REDACCIÓN EDITORIAL

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