En el andén de la casa del soldado William Fernández, ubicada en el barrio Ricaurte de Ibagué, fue abandonada una bebé de escasas horas de nacida. Aún con parte de la placenta y su cordón umbilical colgando, la criatura fue encontrada por Fernández y su esposa, y llevada de inmediato hasta una USI para que fuera atendida luego de que pasara varias horas expuesta al frío de la madrugada.
El caso además de dejar en evidencia la aparente irresponsabilidad de una madre de familia y la descomposición social reflejada en un acto de tal magnitud, ha despertado algunas emociones especiales a razón de que la pareja que encontró a la niña y quien la bautizó Milagros, no ha podido procrear un hijo y ha gastado una gran cantidad de dinero en tratamientos de fertilización sin tener éxito.
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Por esta razón el soldado y quien convive con su esposa hace 11 años, ha manifestado su intención de adoptarla, pues la sienten como suya por las circunstancias en las que la encontraron, pero también por la situación particular por la cual han pasado. No obstante, el proceso de adopción no es tan fácil como parece.
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, apelando al debido proceso, le ha puesto una madre sustituta a la niña y ha restringido el contacto de la familia del soldado con la pequeña, a fin de no generar más vínculos afectivos. El proceso iniciado consiste en buscar a los padres biológicos de la pequeña durante un tiempo prudencial de dos meses, y si pasado aquel tiempo ningún familiar natural aparece, en efecto la niña será apta para ser dada en adopción, proceso que poco ayudaría al soldado Fernández, pues su petición entraría a engrosar una larga lista de personas que también buscan adoptar un niño en el departamento.
Aunque aquel procedimiento sea el normal de estos casos, es necesario precisar algunas cosas. La primera de ellas es que es entendible el sentimiento de la familia del soldado. No obstante, a lo largo del tiempo se han conocido casos en donde hay rapto de niños y abandono por terceros sin consentimiento de los padres, razones por las cuales se hace necesario la espera.
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Lo segundo y lo que probablemente pueda ser motivo de debate, es si en este caso valdría la pena priorizar a la familia Fernández en el proceso de adopción, teniendo en cuenta cómo se dio el caso y valorando la ayuda vital que le prestaron.
Finalmente, lo más importante aquí debe ser el bienestar de la niña, y la garantía de que pueda tener unos padres y un hogar digno. Ningún niño debería ser abandonado a su suerte, pero tampoco ninguno debería ser condenado a vivir y crecer en una escuela del Icbf y el desengaño de vivir sin una familia, que, aunque adoptiva, pueda darle todo lo que esté a su alcance.
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