Pobres abuelitos

Muchos jóvenes, olvidan que algún día van a ser viejos, y tratan con desprecio, indolencia y burla, a ancianos y viejos, que como es común en el ciclo de la vida, mentalmente después de determinada edad, vuelven a ser tan indefensos e inocentes como cualquier niño.

Según el Estudio Nacional de Bienestar, Salud y Envejecimiento, el 11% de los colombianos son adultos mayores de 60 años. De esa cifra, unos 400 ancianos son abandonados anualmente, y solo en Bogotá, el 9.3% de la totalidad de ancianos está en situación de abandono. Dicha cifra, aunque pareciera insignificante, representa el flagelo de miles de abuelitos y gente de la llamada tercera edad, que, en lugar de estar descansando, y disfrutando de sus últimos días con total tranquilidad y afecto de sus seres queridos, están en terribles condiciones, maltratados, abandonados, y en los peores casos explotados o abusados.

Las últimas estadísticas de Medicina Legal, también han revelado que el maltrato a los adultos mayores se ha incrementado en los últimos años, en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, y Barranquilla, y confirmando lo que es peor, un 20% de esos abuelitos, decide ponerle fin a su existencia, optando por el suicidio como la única salida a su situación de vulnerabilidad, abandono, y depresión.

Aunque recientemente se sancionara una ley en el congreso, de la autoría del Representante Rodrigo Lara, y que deshereda a los hijos que abandonen a sus padres, mayores de 60 años, el estado colombiano, históricamente, y como ha ocurrido con el tema de la protección de los niños, e incluso de las mujeres, ha sido blando para condenar a quien maltrata a un anciano, y se ha demorado para garantizar los derechos fundamentales a los abuelitos, que a diario son vulnerados en EPS y centros médicos.

Sin embargo, la responsabilidad no se le puede achacar completamente al gobierno. El tema de la atención y cuidado al adulto mayor, también debe corresponderle a la sociedad civil, en muchos casos indolente, y aquello se ve reflejado, cuando algunos se ofuscan porque un anciano tiene preferencia en una fila, o cuando debe cederle su silla en un bus de servicio público.

Muchos jóvenes, olvidan que algún día van a ser viejos, y tratan con desprecio, indolencia y burla, a ancianos y viejos, que como es común en el ciclo de la vida, mentalmente después de determinada edad, vuelven a ser tan indefensos e inocentes como cualquier niño, pero con la diferencia de que para ellos no hay futuro, no hay camino más allá (al menos en la tierra), y basta con visitar ancianatos y hogares de paso, en donde miles de viejitos colombianos, viven sus últimos días, esperando la muerte, como quien espera lo inevitable, y en el peor de los casos, muchos de ellos, habitando una casa en donde estorban, o importan solamente a final de mes, momento de cobrar la pensión.

¡Pobres abuelitos!

REDACCIÓN EDITORIAL

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