Un debate de nunca acabar

La discusión por estos días no debería ser si es legal o no realizar abortos a diestra y siniestra, probablemente generando aquello, que ya nadie se proteja y cuide, sino cómo evitar que haya que recurrir a eso, que de entrada representa un procedimiento riesgoso y doloroso, no solo físicamente, sino mental y espiritualmente. El debate es inmenso.

Uno de los temas sensibles en el mundo hoy sin ninguna duda es la interrupción voluntaria del embarazo o aborto. Primero porque su discusión le abre la puerta a un gran dilema moral y religioso que tiene que ver con la vida, y aquel versículo bíblico que habla acerca de la concepción humana desde el vientre de la madre, y segundo porque también el debate supone la realidad feminista, que habla sobre los derechos de la mujer, entre esos, el de decidir, querer tener un hijo o no.

La semana anterior, ese debate fue nuevamente puesto en la discusión mundial, por cuenta de la no aprobación por parte del Senado argentino, de una ley que proponía legalizar el aborto, tal y como había ocurrido en la Cámara de Diputados en junio pasado. Luego de más de 18 horas de debate, 38 senadores votaron en contra de la propuesta, rechazada también por el Presidente Macri, mientras que 31 de ellos lo hicieron a favor, con la esperanza de disminuir los más de 50 mil casos reportados por el Ministerio de Salud argentino, que han tenido complicaciones derivadas de abortos mal procedidos, por cuenta de las insalubres condiciones en las que se practican clandestinamente esos procesos.

Mientras que en ese país el aborto es penalizado con contundencia, salvo los tres casos que también aplican en Colombia, a diferencia nuestra, allá han surgido movimientos sociales que reclaman con efervescencia la despenalización del aborto. La malformación del feto, que el embarazo haya sido producto de una violación, y cuando exista peligro físico o mental para la mujer, son los tres casos especiales que tanto en Argentina y Colombia son la excepción, y que parecieran ser pertinentes. Sin embargo, quienes reclaman en el país gaucho, afirman que toda mujer es libre de decidir qué hacer con su cuerpo, obviando e ignorando temas como por ejemplo que un bebé no se concibe de manera individual, sino que su pareja también tiene los mismos derechos sobre el futuro ser.

Frente a ello, y algo que debería discutirse, es justamente que en el mundo ha faltado en las últimas décadas, una verdadera educación sexual, que permita, informar y concientizar a millones de mujeres sobre los diferentes métodos de planificación, de cuidado y prevención de enfermedades, entre muchos otros puntos, que ahorrarían de plano la discusión de abortar o no. Por supuesto que cada mujer tiene derechos, y el no querer tener un hijo pudiera ser uno de ellos; pero también le corresponden deberes, entre esos, cuidarse y protegerse.

La discusión por estos días no debería ser si es legal o no realizar abortos a diestra y siniestra, probablemente generando aquello, que ya nadie se proteja y cuide, sino cómo evitar que haya que recurrir a eso, que de entrada representa un procedimiento riesgoso y doloroso, no solo físicamente, sino mental y espiritualmente. El debate es inmenso.

REDACCIÓN EDITORIAL

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