Fiesta cruel

Mientras eso ocurría, en Aguazul-Casanare, municipio en donde también se viven las corralejas, un toro se escapó de una plaza y lesionó a unas personas y un par de caballos, y terminó asesinado a tiros en medio de la calle por un Policía. ¿A ese salvajismo le llamamos cultura?

Hay una frase directa y cruda, atribuida al joven actor español Unax Ugalde: si los toros son cultura, el canibalismo es gastronomía. Nos cuesta creer, que alguien con algo de humanidad en su corazón, pueda disfrutar de la barbaridad de perseguir a un animal dentro de un corral, clavarlo consecutivas veces y asesinarlo para el goce, el deleite y la risa de cientos de personas en las barras de una plaza, pero desafortunadamente, aquello sigue pasando en el mundo entero, y ni nuestro país, ni mucho menos nuestro departamento, podrían ser ajenos a esa realidad.

Las corridas de toros y las corralejas, tradicionales en algunas regiones de Colombia, históricamente han hecho parte de las fiestas “culturales” de algunos pueblos, sin necesidad de que aquello, sea visto con buenos ojos. De hecho, cada vez es menos la gente que asiste a ese tipo de espectáculos, y a diferencia de lo que en épocas anteriores ocurriera, donde eran las personas de la “clase alta” las que asistían a la mal llamada fiesta brava; hoy en día, la misma se ha convertido en el epicentro de beodos, que encuentran en el toreo, la excusa perfecta para saciar el morbo y sacar la adrenalina. Generalmente las corralejas en la costa colombiana se basan en ello: tres o cuatro personas ebrias, increpando a un toro, y aquello en la mayoría de veces termina con gente lesionada, y con un pobre animal sacrificado, que termina pagando los platos rotos por defenderse con su mero instinto.

La semana anterior, pese a la gran tradición que existe en una gran cantidad de paisas, que cada domingo asiste a la plaza de toros La Macarena, se conoció de parte del alcalde Federico Gutiérrez, la cancelación de la temporada taurina, pues según su lógica y sentido común, aquello no coincide con la defensa y las políticas de bienestar que se han venido implementando en su administración. Ese es el ejemplo que queremos ver de los gobernantes, y no las aguas tibias, evidenciadas en las pasadas fiestas folclóricas de Purificación Tolima.

El alcalde José Crispín Guerra, días antes del inicio de las fiestas, se había jactado en su cuenta de Facebook, de que ningún toro resultaría herido o lastimado en el fulgor de las fiestas del pueblo, y mentiras, que hasta metieron una retroexcavadora para sacar los restos de uno de ellos, luego de que fuera acribillado. Según Guerra, dichas fiestas fueron las mejores en 50 años, y habría que preguntarle a los purificences, si están conformes con las salvajes corralejas, que han desplazado a las reinas y las danzas, y si es eso lo que quieren mostrarle a los turistas en cada lapso diciembre-enero.

Mientras eso ocurría, en Aguazul-Casanare, municipio en donde también se viven las corralejas, un toro se escapó de una plaza y lesionó a unas personas y un par de caballos, y terminó asesinado a tiros en medio de la calle por un Policía. ¿A ese salvajismo le llamamos cultura?

REDACCIÓN EDITORIAL

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