Notre Dame

Notre Dame demostró lo que para muchos es la lucha de la cotidianidad en la que se mueve la humanidad. Primero, la frustración que dejaron las llamas por los daños, incluida la caída de la aguja; y luego, la esperanza con la cruz del altar que “milagrosamente” se mimetizó para convertirse en el ícono de la fe.

Se incendia Notre Dame en París. Ese fue el titular con el cual decenas de medios y portales le comunicaron al mundo que se quemaba uno de los principales íconos del pueblo francés, celosamente salvaguardado por más de ocho siglos. Todo, ante la incredulidad inaceptable de millones de habitantes del planeta. En pocas horas, el voraz incendio, que destruyó las dos terceras partes del techo de la monumental estructura, logró que el mundo experimentara dos sentimientos: el de frustración y el de esperanza.

El asombro no era para menos. La famosa catedral parisina de Notre Dame, que traduce Nuestra Señora, fue construida en homenaje a la Virgen María entre 1.163 y 1.345; es decir, casi durante 200 años. Se trata de un monumento histórico, de arquitectura gótica con un impresionante legado; orgullo del pueblo francés y epicentro de grandes eventos de la historia de la humanidad como la coronación del emperador Napoleón Bonaparte, el funeral del general Charles de Gaulle, la beatificación de le heroína Juana de Arco y la celebración de la liberación de París en 1944.

También alberga reliquias sagradas para el mundo católico como la Corona de Espinas que le impusieron a Jesús durante la pasión; además de una parte de la cruz original y varios clavos utilizados durante la crucifixión. Por estas y muchas otras razones, esta joya de la arquitectura, Patrimonio Mundial de la Unesco recibe unos 13 millones de turistas por año.

Hacia 1830 los franceses querían demoler todas las construcciones medievales existentes en París. Sencillamente, les perecían “espantosas”. Apareció, entonces, la magistral obra literaria “Nuestra Señora de París” de Víctor Hugo. La Historia, que narra la vida de Quasimodo, un hombre jorobado y sordo campanero de la catedral que se enamora de Esmeralda, no sólo le devolvió el amor de los galos por su patrimonio histórico, sino que inspiró varias adaptaciones como el Jorobado de Notre Dame, en 1939, la más famosa.

El momento de mayor frustración tras el arrollador paso de las llamas en Notre Dame fue la caída de la aguja o la “Fleché” como le conocían los franceses. Pesaba 750 toneladas y estaba construida encima del crucero y el altar de la iglesia. Fue infructuoso el impresionante operativo de los bomberos parisinos, quienes libraron una feroz batalla para sofocar las llamas. Ocho horas después de iniciada la conflagración lograron apagar los últimos focos concentrados en la vigas de roble antiguo reducidas a ceniza.

Pero vino la esperanza. En medio de los destrozos y las cenizas, estaba en pie, intacta, la cruz del altar. El majestuoso símbolo del catolicismo está construido en madera recubierta con un encofrado de oro. Muchos devotos llamaron a este hecho, “el milagro de Semana Santa”. La reconstrucción de este patrimonio costará, según el Gobierno francés, 170 millones de Euros y tardará varios años.

El mundo tendrá Catedral de Notre Dame, por los siglos de los siglos……

REDACCIÓN EDITORIAL

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