Bicentenario sin bombos ni platillos

Las abuelas nos repetían con insistencia que “desde el desayuno se sabe qué va a ser el almuerzo”; ojalá este no sea el caso, porque de un discreto comienzo de la celebración del Bicentenario debemos pasar a un gran momento que nos hinche el corazón con la emotividad propia del orgullo patrio.

El 12 de junio de 1819, en Tame, Arauca, se encontraron las tropas granadinas bajo el mando del general Francisco de Paula Santander y las tropas el libertador Simón Bolívar. Ese momento cumbre en la, merecidamente, bautizada “Cuna de la Independencia”, fue determinante para planear la Ruta Libertadora, que pocos meses más tarde culminó con la rendición de las tropas realistas españolas en la histórica Batalla de Boyacá. Este miércoles celebramos 200 años del comienzo de esa gesta libertaria.

Frente al monumento erigido en homenaje al prócer José Inocencio Chincá, el Gobierno del presidente Duque rindió homenaje a este militar, en el marco de la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia. Chincá, fue integrante del grupo de los 14 lanceros que bajo el mando de Simón Bolívar fue en la histórica Batalla del Pantano de Vargas.

Allí precisamente, Chincá fue herido de muerte por el capitán español Ramón Bedoya y murió tres días más tarde. En su honor, llevan su nombre la Escuela Militar de Suboficiales del Ejército Nacional de Colombia; al igual que una institución educativa de su ciudad natal (Tame), los colegios militares de Sogamoso (Boyacá) y de Ibagué, y una avenida en Bogotá.

Comparar es odioso y muchas veces injusto; pero ¿se imaginan si esta celebración del Bicentenario y del comienzo de la Ruta Libertadora hubiese sido en otro país como México o el mismo Estados Unidos? En este último país, por ejemplo, se han filmado por lo menos cinco películas sobre el Día de la Independencia, que hasta la saciedad nos han recordado que es el 4 de julio. Cintas como El Patriota, Nacido el 4 de Julio y Día de la Independencia, son tres de las más aclamadas por la crítica.

Aquí por el contrario, más allá del homenaje floral al prócer Inocencio Chincá y de los discursos convenientes del momento del presidente y la señora vicepresidente, muy poca relevancia tuvo la vida de este lancero tan determinante en la Ruta Libertaria y en la conformación de nuestra República.

Ni siquiera en Ibagué hubo algún tipo de reconocimiento que trascendiera a los medios locales. Hasta ahora, en el comienzo de esta gran conmemoración, el Gobierno nacional, hay que decirlo, se ha quedado corto.

La Celebración del Bicentenario de la Independencia de la República de Colombia debe ser un evento que exalte el nacionalismo, el orgullo de haber nacido en esta tierra. Hace rato que en todos los rincones de la patria se debería estar replicando que estamos de celebración. Poca difusión en los grandes medios a quienes ni siquiera les conocemos una hoja de ruta propia que ayude a recordarnos esos pasajes de nuestra historia y, de paso, fomenten el orgullo por el país.

Las abuelas nos repetían con insistencia que “desde el desayuno se sabe qué va a ser el almuerzo”; ojalá este no sea el caso, porque de un discreto comienzo de la celebración del Bicentenario debemos pasar a un gran momento que nos hinche el corazón con la emotividad propia del orgullo patrio.

EL NUEVO DÍA

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