Ibagué no aguanta otra ciclorruta sin planificación

A estas alturas y a pocos meses de terminar el Gobierno, la administración debería tener un mínimo de ponderación, coherencia y atención a la comunidad. Afortunadamente, en el caso de la Ambalá, el alcalde Jaramillo escuchó la sabiduría popular y el clamor ciudadano.

Una nueva pretensión de la Alcaldía de Ibagué, de habilitar un bicicarril por la avenida Ambalá, entre las calles 27 y 35, desató la “ira santa” de los comerciantes y residentes en el sector; quienes, a través de protestas, le hicieron saber al alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo su descontento, ante las nefastas experiencias de sus pares de otros sectores de la capital tolimense.

La implementación de las ciclorrutas en Ibagué ha tenido voces a favor y en contra. Quienes utilizan este vehículo de locomoción han aplaudido la medida, porque consideran que “por fin” un administrador de la ciudad se acordó de ellos y, mejor aún, sienten una urbe menos contaminada y con aire más puro.

Los detractores de los bicicarriles, principalmente comerciantes apostados sobre las avenidas por donde se construyeron, se pusieron “escasos de sonrisa”, porque sostienen que las ventas se redujeron dramáticamente y culpan a las incomodidades ocasionadas como responsables de la “espantada” de clientes. Un ejemplo: Frente a la Clínica Tolima, hasta las mismas ambulancias tienen dificultades para descargar pacientes venidos de diferentes regiones del Departamento.

Registros de la propia Secretaría de Tránsito revelaron que en el 2018 fueron matriculados más de 12 mil nuevos vehículos, entre motos, automóviles, camionetas y camperos. Todos salieron a transitar por las cada vez, más estrechas, calles y avenidas de la ciudad. Es decir, mientras crece el parque automotor en miles de unidades, la infraestructura deteriorada por donde transitan sigue siendo la misma de hace varios años.

El experimento del alcalde Jaramillo en materia de bicicarriles no ha funcionado. Por las rutas no transita ni un alma; sencillamente, faltó la segunda fase que era motivar y enseñarle a los ibaguereños a usar la bicicleta todos los días. A estas alturas y a pocos meses de terminar el Gobierno, la administración debería tener un mínimo de ponderación, coherencia y atención a la comunidad. Afortunadamente, en el caso de la Ambalá, el alcalde Jaramillo escuchó la sabiduría popular y el clamor ciudadano.

REDACCIÓN EDITORIAL

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