No más niños explotados sexualmente

Y es hora que el Congreso, sin más excusas, apruebe la cadena perpetua para violadores, proxenetas y abusadores de niñas, niños y adolescentes en Colombia. Solo así, con medidas drásticas, aboliremos esta práctica censurable.

Los casos de explotación sexual de niñas, niños y adolescentes, son cada vez más aberrantes y degradantes. Nos ponen a reflexionar si otras especies son menos crueles, si el término es permitido para describir un flagelo, frecuente y tolerado en nuestra sociedad.

Serán tan importantes nuestros niños que la Constitución Política de Colombia le dedica un artículo: El 44. Literalmente dice: “Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión”.

En la práctica todo parece letra muerta. Así lo ratificó la VII Audiencia Pública de lucha contra la Trata de Personas y Explotación sexual, capítulo Tolima - Cundinamarca.

Asistieron autoridades nacionales, regionales y una figura icónica de la lucha contra el abuso sexual: Jineth Bedoya, subeditora de El Tiempo y directora de la campaña ‘No es hora de callar’.

El flagelo, según las conclusiones del encuentro, crece como espuma. En el Tolima, dice el informe de la Audiencia Pública, la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes también ha logrado niveles insospechados y las mismas autoridades se muestran inquietas.

Honda, que tiene como protagonistas de este delito a los transportadores de carga, y Melgar, con los integrantes de las Fuerzas Militares y turistas, ocupan los deshonrosos primeros lugares.

Es hora de vencer esos tabúes relacionados con la práctica cultural del machismo que de alguna forma admite y tolera esta práctica aberrante.

Y es hora que el Congreso, sin más excusas, apruebe la cadena perpetua para violadores, proxenetas y abusadores de niñas, niños y adolescentes en Colombia. Solo así, con medidas drásticas, aboliremos esta práctica censurable.

REDACCIÓN EDITORIAL

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