Inquietudes alrededor de las ‘sembratones’

¿Quién va a cuidar los árboles una vez sembrados en las diferentes regiones? ¿Tendrán esos “guardabosques”, o como los quieran llamar, insumos orgánicos y fertilizantes para que las nuevas plantas puedan hacer frente a las, cada vez más, creciente ola de calor y escasas lluvias?.

La raza humana se volvió ambientalista y animalista. Luego de la inmensa depredación a la que hemos sometido al planeta, hoy estamos muy preocupados por el calentamiento global, el derretimiento de los glaciales, la desaparición de especies que nosotros mismos acabamos y otros aspectos. Esa es la dinámica actual. Ojalá fuéramos más proactivos y menos escandalosos en redes sociales. Pero ese será tema de otro editorial.

El gobierno del presidente Iván Duque se comprometió a sembrar 180 millones de árboles antes de terminar su mandato. Una meta muy ambiciosa, quizás la más ambiciosa en esta materia en la historia de Colombia. El gobierno del Tolima se propuso como desafío plantar un millón de árboles y el alcalde de Ibagué, otros 400 mil.

También las metas regionales y locales son muy, muy, esperanzadoras. Nadie les puede refutar a estos gobernantes que se trata de una buena causa, que convoca, que mueve fibras, que nos hace reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos con el futuro del planeta y lo que pensamos dejarle a las nuevas generaciones.

Al tiempo que el ministro de Ambiente, Ricardo Lozano, se tomaba la foto con la Bancada Tolimense y con las autoridades regionales en el barrio La Cima de Ibagué, nos surgieron varias inquietudes producto de intentos fallidos del pasado reciente. ¿Quién va a cuidar los árboles una vez sembrados en las diferentes regiones? ¿Tendrán esos “guardabosques”, o como los quieran llamar, insumos orgánicos y fertilizantes para que las nuevas plantas puedan hacer frente a las, cada vez más, creciente ola de calor y escasas lluvias? ¿Habrá control de calidad del material vegetal sembrado para garantizar su crecimiento? ¿La siembra estará asesorada por profesionales calificados?¿ quién controlará que se siembre el número de plantas para cumplir las metas y no se preste para una forma fácil de corrupción?.

Quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Están frescos los líos por una siembra de árboles en Natagaima en el año 2012, cuando el alcalde Mauricio Andrade también administraba ese cálido territorio. En resumen, el convenio inicial era por $98 millones, la Alcaldía terminó aportando $180 millones y las plantas en un alto porcentaje se murieron. Ese es solo un ejemplo de los muchos que seguramente hay para mirarse en el espejo de las frustraciones. Eran buenos propósitos y terminaron en focos de corrupción.

Los pijaos ancestrales del Tolima la tenían clara en cuanto a la variación climática. Sabían cuando llovía y entonces sembraban, y también sabían cuando era la época seca para cosechar. Y eso que no existía la agricultura de precisión, hoy empleada con tanto acierto en el mundo. Ojalá los impulsores de la Gran Sembratón apliquen esa “malicia indígena” a la hora de reforestar esas zonas que la insensible ignorancia del hombre depredó sin compasión. Si no hay planeación y seguimiento todo será un puñado de buenas intenciones. Por si acaso, hay un ejemplo claro y exitoso: la recuperación arbórea y paisajística exitosa de la doble calzada Flandes - Ibagué. Ahí está el secreto de cómo se hace.

EL NUEVO DÍA

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