La mujer Wayuu, la que no está en venta

Es el pensamiento bajo, rastrero, de quienes siguen viendo a las mujeres como objetos negociables, solo buenas para cocinar, servir en los oficios de la casa y complacer, sexualmente, al “patrón”.

 

Para la etnia Wayuu, habitante de los territorios peninsulares de la Guajira, la dote no es la compra de una joven, no es adquirir sobre ella derechos a servilismo o de otra naturaleza. La dote, por el contrario, es una costumbre ancestral que le profesa a la mujer “casamentera” una especie de seguro económico, representado en chivos, caballos o burros, que se entrega a su familia materna en caso que el hombre abandone el hogar o muera.

Ese ritual, tan arraigado y tan respetado en esa cultura, lamentablemente se ha tergiversado; quizás por pretender darle un trato despectivo a esa etnia, o en la mayoría de casos por el miope desconocimiento de la cosmovisión de los Wayuu, de su forma de vida, de sus costumbres ancestrales y de su propia simbología de vida.

A quienes vivimos en el interior del país, nos ha sido difícil esa comprensión; por eso, episodios desafortunados como el de un locutor de una emisora en Valledupar avivan ese debate y alimentan ese pensamiento mezquino de quienes piensan que la condición de indígenas, pone a todas las mujeres Wayuu en venta. Nada más alejado, alejadísimo, de la realidad. Entre otras razones, porque el pacto de dote es entre castas y familias de la misma etnia y no incluye a quienes ellos llaman alijunas, para hacer referencia a cualquier persona no identificada como nativo de esas tierras y por lo tanto, desconocedor de su códigos de vida.

Lo del locutor en Valledupar, conocedor de los Wayuu porque nació en Villanueva Guajira, no es un “chistecito”; es el pensamiento bajo, rastrero, de quienes siguen viendo a las mujeres como objetos negociables, sólo buenas para cocinar, servir en los oficios de la casa y complacer, sexualmente, al “patrón”. Afortunadamente, los crecientes movimientos feministas están cambiando esa mentalidad. Falta aún, eso sí.

La entrevista desafortunada, terminó convirtiéndose en una gigantesca ola de voces, al unísono, pidiendo el respeto hacia la mujer Wayuu. Sirvió ese momento nefasto para conocer a sus lideresas ataviadas de trajes coloridos, con los rostros pintados y orgullosas de lo que son. Si de golpe en la vida nos encontramos con una ellas, sólo debemos admirarlas, valorarlas y dejar de lado ese burdo pensamiento machista de creer que “están en venta”. No señor, no se venden, ni por todo el oro del mundo.

EL NUEVO DÍA

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