El virus del olvido

Conservar la memoria es un atributo que deben poseer los pueblos para aprender de las experiencias y no repetir los errores del pasado. Sin embargo, algunas comunidades son atacadas por el virus del olvido; esto propicia que, por ejemplo, políticos corruptos retomen el poder gracias a que los votantes parecen no recordar sus fechorías.

Estas circunstancias son cíclicas y en algunas sociedades, como la nuestra, parecen inevitables. Basta con hacer un repaso a nuestro pasado reciente para confirmar la existencia del virus. Hace algunos años, cuando Samuel Moreno Rojas, nieto del dictador Gustavo Rojas Pinilla, fue elegido alcalde de Bogotá, un concejal de Ibagué, quizá para congraciarse con el mandatario bogotano, propuso que el nombre de la avenida Guabinal fuera cambiado por el de avenida Rojas Pinilla. La propuesta causó sorpresa, indignación y disgusto, y finalmente fue rechazada. Tiempo después otro concejal, en un rapto de amnesia, organizó un homenaje a un político recién salido de la prisión vinculado con el proceso 8000 y condenado por un  magnicidio.

El virus embiste con frecuencia y en esta temporada se ha convertido en epidemia. Hace algunos días algún despistado lanzó la idea de cambiar el nombre del viaducto del Sena por el del alcalde que se empeñó en la construcción de una obra, a todas luces  innecesaria, en un lugar donde no se requería, en la que se violaron los más elementales parámetros de la ingeniería como el gálibo (la altura suficiente del puente para permitir el paso de los vehículos), por lo que fue necesario excavar y hundir la vía para que el puente consiguiera la altura reglamentaria, con los consiguientes sobrecostos. En esa administración la obra quedó inconclusa y la siguiente debió hacerle modificaciones para que fuera funcional.

En Lérida pretenden ahora que la UCI del hospital Reina Sofia lleve el nombre de un político fallecido que fue vinculado con el exnarcotraficante conocido como El Socio y con  paramilitares. La designación de la UCI con este nombre causó indignación y fue recibida como una ofensa para las víctimas del paramilitarismo, porque fue precisamente en Lérida donde el Bloque Tolima tuvo una de sus bases y desde allí sembró el terror en el norte del Tolima. Esos mismos despistados también tratan de resucitar cadáveres políticos aprovechando la nueva fase de incubación del virus. Solamente falta que propongan que la escuela de El Neme sea denominada institución educativa Gonzalo García.

EL NUEVO DÍA

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