Una obra que no da más espera

Que en esta ocasión la obra corra con mejor suerte es lo que esperan tolimenses, cundinamarqueses y los millones de viajeros y transportadores que a diario utilizan la vía.

Luego de cerca de tres años de parálisis, comenzó la construcción del tercer carril entre Bogotá y Girardot. La obra de 144 kilómetros, que tiene un costo de 5,3 billones de pesos, generará más de 1.300 empleos y se estima que sea entregada en cinco años, es también una esperanza para la recuperación económica de los trece municipios del Tolima y Cundinamarca beneficiados con los trabajos. Además de la ampliación, la obra incluye la rehabilitación de las calzadas existentes, la construcción de puentes peatonales y vehiculares, ciclorrutas y glorietas.

Esta vía, tan vital para nuestro desarrollo, pues por allí circulan alrededor 17 millones de vehículos al año y conecta el centro con el eje cafetero y el suroccidente del país, ha sufrido múltiples percances. En 2004, cuando se contrató la ejecución de la doble calzada se anunció que estaría terminada en cinco años, pero fue entregada, inconclusa, casi 10 años después. La obra fue adjudicada por el entonces ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, a la empresa Concesión Autopista Bogotá-Girardot, S.A., cuyos socios eran Alejandro Char, Guido Nule, y las firmas Vergel y Castellanos y Álvarez y Collins. Desde el principio hubo múltiples tropiezos e irregularidades, por falta de planeación y control por parte del Gobierno; a lo anterior se sumaron las dificultades en la adquisición de predios, el traslado de redes de servicios, la concertación con las comunidades y hubo retrasos en los permisos ambientales. Finalmente, fue entregada en 2014, pero faltaron puentes peatonales, señalización, intercambiadores viales y, en algunos tramos, la vía presentó hundimientos que hasta ahora no han sido arreglados.

Esta se anuncia como una obra trascendental, ya que significa ahorro de tiempo en el desplazamiento, desarrollo económico para la zona de influencia, generación de empleo, disminución de costos de transporte y seguridad vial. Sin embargo, para que sea realmente provechosa requiere un complemento necesario y es el de solucionar el cuello de botella que representa el ingreso a Bogotá por Soacha. Que en esta ocasión la obra corra con mejor suerte es lo que esperan tolimenses, cundinamarqueses y los millones de viajeros y transportadores que a diario utilizan la vía.

El Nuevo Día

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